Revista Informar
Son muchos los rescates y las vidas salvadas
Las Caras Del Mar
26 DE ENERO DE 2018

Tomás García Durán, controlador del CCS Almería jubilado
POR CARMEN LORENTE
“El mar nos sonríe, nos acaricia, nos amenaza, nos aplasta caprichosamente. Si a uno le coge mozo como a mí, le moldea de una manera definitiva, le hace marino para siempre”. Las inquietudes de Shanti Andía. Pío Baroja.
“He conocido a personas de todo tipo; yo los califico en malos, buenos, y luego está Tomás”. Es Tomás García Durán, controlador e instructor del Centro de Salvamento Marítimo en Almería recientemente jubilado, y quien así lo define, su compañero en cientos de guardias, el también controlador Manuel Barroso, quien, sin duda, lo va a echar de menos: “Hacer guardia con él te llega a marcar. Para mí ha llegado a ser como un segundo padre”.
Y es que Tomás tras casi 24 años en Salvamento Marítimo ha dejado huella no solo en Manuel sino en todos sus compañeros. Han sido muchas guardias, muchas historias compartidas en esa planta 12 de la torre del CCS Almería desde donde ? capricho del destino- se puede ver el muelle en el que embarcó por primera vez como alumno de náutica. “Quién me iba a decir a mí que acabaría mi vida laboral también en Almería. La probabilidad de que eso ocurriera era mínima”.
Marino para siempre
Dicen que los de Bilbao nacen donde quieren, pero lo que no sabíamos es que los de Málaga también. En este caso en Nador, porque aunque vino al mundo allí, Tomás es malagueño y siempre ha tenido en esta ciudad el puerto base al que regresar, su hogar. El otro punto de referencia en su vida es Almería. Entre esos dos puertos, la mar, ese medio que -como dice Shanti Andía, uno de los personajes que le inspiraron en su juventud – si te coge mozo te hace marino para siempre.
El mayor de siete hermanos, a Tomás el mar le atrapó siendo todavía niño: en un viaje junto a su familia en el ferry que cubría la ruta Málaga -Melilla, observó a un oficial vestido de blanco, paseando por cubierta bajo un cielo totalmente estrellado. Esa primera impresión le marcaría para siempre: “Yo quiero ser como él”, pensó. Y nada lo detuvo. En 1974, con 16 años hizo la maleta para irse a estudiar a la Escuela Oficial de Náutica de Cádiz. Ya nunca la deshizo.
Diez años después- que incluían 1.250 días de navegación obligatorios – , obtuvo el título de Capitán de la Marina Mercante con el número 1 de su promoción. Modesto por definición, nunca pensó en colgar el título y lo tiene guardado en algún cajón de casa.
“Diez años de carrera…, siempre digo que fue más largo que si hubiera estudiado para cura”. Y aunque no fue seminarista, Tomás reconoce que de las pocas que ha rezado en su vida, estas han sido en la mar: “Ya lo dice el refrán marinero marinero: Si quieres aprender a rezar vete a la mar”. Porque navegando ?lo reconoce sin avergonzarse – a veces se siente miedo y cada uno se aferra a lo que puede.
Tras cumplir el servicio militar en la Armada donde se licenció el 28 de febrero de 1981 -pocos días después del golpe de estado-, comenzó a trabajar, primero como oficial y más tarde como capitán, en J. Dávila y Cía, en buques “car-carrier” (dedicados al transporte de coches). A bordo de estos buques recalaba en 19 puertos distintos al mes y navegó por el mar del Norte, cuyas aguas inhóspitas, zona natural de entrada de todas las borrascas y donde los vientos tumban camiones: “son la prueba de fuego, el bautismo de cualquier marino”.
Sin embargo, la peor travesía que recuerda Tomás tuvo lugar en latitudes aparentemente más benévolas, durante una ruta Lisboa ? Valencia.
Recuerda con precisión hasta el modelo de furgonetas que componía el cargamento del buque. “Cómo olvidarlo…, había temporal y teníamos que salir de Lisboa cargados de camionetas Ford Transit. Hubo problemas desde el principio con la estiba de la carga, pero había mucha presión por zarpar, puesto que en ese negocio perder tiempo es igual a perder dinero. La estabilidad del buque se vio afectada nada más salir de puerto. Al poco de zarpar de Lisboa, en la barra entre el Tajo y el Atlántico, nos encontramos ya con olas de 8 metros. El barco se desestabilizaba y se puso como un caballo cuando se encabrita”. Al salir a mar abierto la cosa empeoró: olas de 20 metros…, a punto estuvieron de pegar con la quilla en el fondo. Llegó a pensar que era el final, pero Tomás consiguió poner a salvo el buque y a toda su tripulación y continuar travesía. “Fueron tantas horas de tensión nerviosa, que caí enfermo con fiebre y tuve que guardar cama hasta que atracamos en Valencia”, revela.
De millas náuticas a kilómetros
En 1992 se avecinaban cambios que acabarían afectando a la vida de Tomás. El mundo marítimo se estaba viendo afectado por la globalización, los buques se cambiaban a pabellones de conveniencia. “Aquello fue el principio del fin”. Tras un ERE en su naviera, el capitán García Durán cambió de rumbo y empezó a dejar de contar en millas náuticas para hacerlo en kilómetros, los que separaban su casa en Málaga del Centro de Salvamento Marítimo en Almería.
Tomás vio nacer el CCS Almería. Comenzó allí su andadura en junio de 1994 tras conseguir plaza en la primera promoción abierta de controladores celebrada ese mismo año, y allí ha trabajado hasta su jubilación; y como prefirió seguir viviendo en Málaga fueron muchos los kilómetros recorridos entre las dos ciudades.
Pioneros
“Me inicié en una profesión totalmente nueva en España, en la que todo estaba por hacer. Los que llegábamos a los centros de Salvamento recién inaugurados fuimos una especie de pioneros”.
Al principio trabajaban en un antiguo edificio de la Capitanía Marítima – la torre actual no terminaría de construirse hasta 1997- y los primeros meses empezaron haciendo algún remolque a pesqueros, alguna evacuación médica…
La gente no sabía ni que Salvamento Marítimo existía; todavía no llegaban pateras. Las cosas han cambiado mucho desde entonces y a lo largo de 2017 desde el CCS Almería se asistió a más de 10.000 personas. “A estas alturas, finalizando mi vida laboral, nuestras voces a través de la radio resultan algo familiar para la gente que navega por estas aguas que vigilamos y cuidamos”.
Son muchos los rescates y las vidas salvadas en todos estos años, y algunos no se olvidan nunca: se pasan momentos de angustia, esperando a que los compañeros del Helimer, la Salvamar o la Guardamar, les confirmen que han conseguido rescatar a todos con vida. Como el pasado mes de mayo, cuando una patera comenzó a arder tras sufrir una explosión en el motor y todos los ocupantes se tuvieron que lanzar al agua. Una aeronave portuguesa del Frontex captó las imágenes; esos momentos de desesperación de las 34 personas que iban a bordo de la neumática. Se temían lo peor. Un pesquero fue el primero en llegar a la zona y rescató a uno, el Helimer lanzó una balsa salvavidas, -desde el avión portugués habían lanzado otra- y evacuó de urgencia a otra persona. Después la Salvamar Alcor rescató a todas los que estaban en las balsas y los trasladó a Motril.
“Recuerdo la tensión, cómo íbamos sumando los rescatados uno por uno hasta llegar a los 34. ¡No se ha muerto nadie! Todos a salvo. En momentos como ese nos hemos llegado a abrazar en la sala, cuando confirmamos que todos se han salvado. Otras veces hemos llorado cuando se pierden vidas”.
Dicen quienes lo conocen que no ha perdido ni un ápice de entusiasmo desde que comenzó a trabajar en el Centro. Entusiasmo por aprender ?siempre hizo todos los curso que pudo- y por enseñar. En el último año obtuvo la certificación de instructor IALA, para dar apoyo a los controladores nuevos que se incorporan al Centro; pero durante toda su trayectoria en Salvamento él enseño lo que pudo al que estaba a su lado. Y nada menos que 106 controladores estuvieron destinados en algún momento en el Centro de Almería. Casi todos han montado guardias con Tomás.
“Tú no te quedas con nada, lo que sabes está para ser compartido. Sin mirar nada más. Creo que es una obligación”. Pero al dar también se recibe: “Incluso aprendes de la gente nueva que llega”.
¿Qué cualidades debe tener un controlador? Sentido común, sentido de la responsabilidad y también-y este quizás sea menos esperable- imaginación, puesto que “no hay dos emergencias iguales”, es importante la capacidad creativa para improvisar y poder dar respuesta a la situación que tienes delante de ti. También es importante la coordinación en sala, entre los compañeros que están haciendo una misma guardia.
“Los controladores son todo terreno”. En nuestro país tienen la doble función de controlador de tráfico marítimo VTS y coordinador SAR.
Nunca saben lo que se van a encontrar en cada guardia, y aunque su figura no es visible como la de los rescatadores de los helicópteros o las tripulaciones de los barcos que son los que “agarran la mano del que se está hundiendo en el mar”; juegan un papel fundamental en la respuesta a las emergencias: reciben la información, la evalúan, planifican y movilizan medios.
“Me voy con la satisfacción de haber sido una pieza en la cadena de salvar vidas”, afirma a manera de balance. Pero más que una pieza diremos que ha sido un pilar.
Como reconocimiento a su labor Tomás recibió recientemente el accésit de los premios de Salvamento Marítimo al personal interno “Por su desarrollo profesional. Por su entrega al trabajo, sacrificio, responsabilidad, superación, con un gran valor didáctico y entregado a los demás”. Y de nuevo su modestia sale a relucir ya, aunque agradecido, considera que el reconocimiento es para todos el equipo, todos los controladores del Centro de Almería.
Su nueva etapa de jubilado la inicia con muchos proyectos en mente. Aunque todavía tiene los biorritmos cambiados y le cuesta dormir a horas normales, ahora tendrá más tiempo para dedicarle a su familia: su mujer y sus dos hijos.
A Berna, su mujer, le debe muchos viajes: ” Ella pensaba que por casarse con un marino iba a viajar mucho, pero pronto descubrió que no era así”. La luna de miel la pasaron en Líbano y no porque fuera un destino de moda, sino porque el mercante en el que Tomás era capitán transportaba coches de segunda mano hasta allí. Estaba recién acabada la guerra, había restos de barcos hundidos por la aviación israelí en los puertos… En fin toda una aventura. Pero lo peor fue que no pudieron aprovisionar el barco y ¡se acabó el Cola Cao a bordo! “Eso para ella fue terrible”.
Tomás también tiene un bote esperando en el jardín de su casa en un pueblecito de Málaga y mil historias apasionantes ?damos fe de que lo son- que contar a todo el que quiera escucharlo; porque aún jubilado siempre va a seguir formando parte de esta gran tripulación que es Salvamento Marítimo. Buena proa, compañero.