Revista Informar
"Siempre se agradece una sonrisa en los buques"
Las Caras Del Mar
19 DE ENERO DE 2017

No sabemos si fue antes Benigno Romero o el Clara Campoamor, pero lo que es cierto que el electricista y el buque se han convertido en una pareja inseparable. Pero Beni es además el encargado de poner la 'chispa' en un barco donde cualquier sonrisa es bien recibida.
Maite Cabrerizo
Carmen Lorente (tratamiento de fotografía)
Hay un dicho entre los marinos que reza que lo que pasa en el barco se queda en el barco, que durante el mes de descanso -en el caso del buque Clara Campoamor los turnos son uno y uno- no se habla de trabajo. Eso se dice y, sin embargo, según pisa tierra firme, Benigno Romero ya está contando batallitas. Electrizantes, eso sí, quizá por ser el electricista de uno de los buques insignia de Salvamento Marítimo. “Es imposible no hacerlo”. Se justifica, pero es que el Clara Campoamor pesa, ¡y mucho! Cuando se ama la profesión, cuando se ama el mar, cuando se ama la vida, todo se perdona. Y Beni, como le llaman, no es una excepción.
Benigno Romero lleva 20 de sus 42 años trabajando en la mar. Fue por casualidad, porque como él dice, es de Vigo, “pero muy del interior”, bromea. En 1996, con su titulación de FP Superior en Electrónica entró a trabajar en los buques cableros que Telefónica tenía en Vigo. Fue su primera inmersión, valga el símil. Porque nunca había imaginado que trabajaría en la mar.
Empezó ahí una aventura que le llevó a ver mundo, “unas vivencias que no cambiaría por nada”. Senegal, Argentina, Uruguay, Brasil, Japón, Taiwán… En Senegal estuvo dos años y medio en un gran buque tendiendo cables submarinos para una empresa vinculada a Telecom Italia. Sin embargo recuerda ese momento con un sabor agridulce: dulce, de ese mar, de esos compañeros multiculturales, de esas vivencias compartidas; pero también amargo por la lejanía de casa, por la enfermedad de alguien querido… “No es como ahora. Antes no había internet ni wifi. Las cosas han cambiado”.
Y es que, en este cuerpo grande de hombre duro que tiene todo bajo control hay todo corazón. Sólo hace falta dejarle hablar, dejarle espacio para que diga que “sólo con una llamada al final de día para oír su voz me llega”. Se refiera a su mujer, con la que lleva más de 20 años, la que comprende que este trabajo es más que un sueldo a fin de mes. Hay pasión, hay emoción y también divertimento. Porque Beni pone la chispa, valga la gracia. Pone humor al día que es largo y apoyo a los que en determinados momentos se sienten solos. “Me gusta estar siempre sonriente. Un poco de optimismo y una sonrisa siempre se agradece en los buques. La cara es el espejo del alma”. Sin trampa ni cartón.
El salto a Salvamento Marítimo
Hace ocho años, por eso de estar más cerca de casa, mandó su currículo a Salvamento Marítimo… y ya no le han soltado. ¡Cómo hacerlo cuando Beni es una pieza imprescindible del buque! Con permiso del capitán y del jefe de máquinas, Benigno se conoce el Clara Campoamor como la palma de su mano. Cada resquicio, cada arruga, cada balanceo. Por fuera y por dentro. Es en cierta manera el que pone las pilas al buque. Porque aunque los llaman electricistas, el 90% de su trabajo es electrónico. Le quita importancia, pero “el que se pelea con los equipos soy yo”, se ríe. “Cuando eres más joven, no conoces el barco y estás perdido, pero después de ocho años ya no hay secretos”.
Y precisamente para que no los haya Benigno Romero no deja de estudiar, cada día un poco más, aprovechando su estancia en tierra o esas horas que deja la mar en calma. Ahora se prepara la ingeniería electrónica por la UNED. Es cuestión de tiempo y sobre todo paciencia. Y Benigno la tiene. Es su filosofía de vida “cada día un poco más”. Cada día un poco menos para llegar a casa, cada día un poco más para estar en el Clara Campoamor. Un galimatías de sentimientos. Quien entienda a estos marinos, que los compre. Pero Benigno Romero no se vende. Y eso que son muchos los que pagarían por sus conocimientos que no se estudian en el aula. Porque el buque que vive en Cartagena es único por su lucha contra la contaminación y asistencia de remolques. Tecnológicamente es de los más avanzados. Cuenta con una plataforma de apoyo a operaciones marítimas por disponer de un sistema de posicionamiento dinámico (DP), espacios habilitados y dotados para buceadores, equipos auxiliares y central de comunicaciones. Tiene 80 metros de eslora, 20.600 CV de potencia y 1,750 m3 de capacidad de almacenamiento a bordo. Benigno Romero hace la descripción al detalle, como si se trata de su tesoro, que en parte lo es. “Precisamente porque controlo todo esto es una de las razones por las que sigo en este barco”.
Pero hay más para el hombre que un día fue de secano. El mar es la manera de ganarse la vida, pero “es mi vida. No lo cambiaría por tierra nunca”. Benigno Romero se suma al foro de los que creen que detrás de Salvamento Marítimo hay un equipo humano hecho de otra madera. “Hacemos trabajos volcados en los demás. O lo tienes muy claro o te quedas en tierra”.
También la vida en el buque es especial. Benigno se levanta a las siete para mirar ese inmenso océano y ver las noticias antes de empezar el día que acabará, si no hay problemas, pasadas las cinco de la tarde. Llega luego la charla de fútbol y si es sábado, cafelito en el Pani. A las siete la cena, estudios, si acaso un paseo y a la cama. Eso sí, en una habitación que es la suya, con sus fotos, con sus cosas, con su vida. “Somos una cosa rara, pero no lo cambiamos por nada”. Tampoco la tripulación cambiaría a Beni por nada. “Aunque sea del Barça”, apostilla un compañero. Así que ya saben. Si van por Cartagena y necesitan un poco de luz para esos días oscuros, pregunten por Beni. Siempre está
*Próxima semana: La protagonista de Las caras del Mar forma parte de ese selecto club de controladores, personas que se dejan la vida en esas pantallas que controlan el tráfico marítimo; que miran al mar, día y noche, para que nada pase, para que todo esté controlado. Hablamos con Lidia Beceiro, controladora en el Centro se Salvamento Marítimo de Cartagena. Una cabeza brillante, una oficial de Máquinas que dio un paso más cuando decidió dirigir su vida a salvar vidas. Y no se arrepiente. “Me gustan las emergencias. Ahí es donde doy más de mí”.