Revista Informar
"No soy valiente pero cuando se trata de salvar una vida no valoras tu riesgo"
Las Caras Del Mar
20 DE DICIEMBRE DE 2016

José Manuel Rosal Rey es marinero de raza, desde que su abuelo Ventura le llevara de chaval a pescar. Y es buena gente porque el patrón de la Salvamar SARGADELOS no sabría ser de otra manera. Sus declaraciones emocionan, transmiten pasión y, sobre todo, sinceridad.
Maite Cabrerizo
Carmen Lorente (tratamiento fotografía)
No está escrito que para ser marinero haya que ser buena gente; tampoco que haya que tener una sensibilidad especial o una sonrisa generosa en cada momento. No, ni está escrito ni aparece en la letra pequeña, pero se da la casualidad de que José Manuel Rosal Rey, sí lo es. Es marinero de raza, desde que su abuelo Ventura le llevara de chaval a pescar. Y es buena gente porque el patrón de la Salvamar SARGADELOS no sabría ser de otra manera. “Si ahora me necesitaran en El Estrecho no dudaría en ir ni un segundo”, dice desde Galicia, donde trabaja desde hace casi 16 años.
Galicia a un lado, al otro África y allá a su frente lo que le manden. Donde haga falta. Porque a sus 50 años aún sabe que tiene muchas cosas que hacer en Salvamento Marítimo. Por como es, las noticias que le llegan cada día de pateras en El Estrecho le encogen el alma, “donde hace falta”, insiste. Y ahora hace falta en Galicia, en esas zonas escarpadas de un mar que tampoco da tregua a los pescadores. Una profesión que Rosal conoce bien.
A los 19 años embarcó en un pesquero en Terranova para completar sus estudios de mecánico naval mayor. “Me fui a la aventura del bacalao” dice, compartiendo unos años de su vida con 25 personas de las que guarda muy buen recuerdo. “De cine” dice en un marcado acento gallego con el que empieza a hablar de la gente, de ese cocinero que les hacía sentir en casa con sus empanadas gallegas, con sus potes, con sus filloas.. Desde el capitán hasta el engrasador. Si se le deja hablar es capaz de decir hasta los nombres de cada uno de los compañeros que ha compartido algún momento de su vida.
Y de ahí a África, a un tangonero para la pesca de gama y de langosta. “Pero como el gambón de Huelva, nada”, reconoce fiel a España. Argentina, Guinea Ecuatorial… hasta que en 1991 entró a formar parte de Salvamento Marítimo. Necesitaba un cambio tanto en lo personal (“soy muy familiar y tantos meses lejos de casa duele mucho”) como en lo emocional. Ese leitmotiv que te mueve, que te hace ser más persona, que da sentido a tu trabajo y a tu riesgo… todo eso lo encontró aquí. Primero fue en Mallorca, donde vigilaba el mar desde una lancha pequeña. En 1993 llegó a Coruña, a la Salvamar Torres de Hércules. Y no fue fácil rescatar a perceiberos de la zona muertos en el mar. No fue fácil llegar tarde, nunca lo es…
El corazón “partío”
“Somos una ambulancia del mar”. Allí donde se les necesita y más. Porque José Manuel Rosal no sólo es un trabajador que luego se va a casa. En cada destino que ha estado ha ido creciendo como persona y como profesional, hasta llegar a ser patrón polivalente que le permitió llegar a Algeciras, allá bajo como dice como dicen desde Galicia. Su mujer le apoyó, hicieron las maletas y, como no podía ser de otra forma, José Manuel se enamoró de la tierra. Como los del lugar se enamoraron de esta pareja a la que mimaban como niños. “Siento que parte de mi corazón sigue allí”, dice emocionado. Era 1999, justo cuando se empezaba a hablar de las pateras.
“Lo vemos cada día, cientos de inmigrantes que llegan con miedo, con frío; que se han metido en una lancha sin ni saber lo que era el mar”, dice con escalofríos en el cuerpo. Las imágenes se repiten: personas saltando de la lancha, caras de miedo, gente gritando, la mano que le agarra y que no le quiere soltar, la sonrisa agradecida de que ya está en tierra… son recuerdos que nadie le puede borrar. Que lleva en esa maleta de marinero. “He llorado”, reconoce sin vergüenza. “Porque mientras trabajas, cuando ves la lancha que se tambalea y que hay peligro de muerte, cargas como un autómata”. Vas contando personas sin mirarles a los ojos, sin nombre. Es luego, en casa, con la labor del día acabada, cuando piensas en toda esa gente que está a salvo. “Es difícil de explicar e imposible de olvidar”.
Pero en su maleta no sólo hay sitio para pateras. Embarcaciones de recreo, bañistas despistados… En el año 2000 surgió la posibilidad de volver a casa. A Galicia, donde vivió uno de los momentos más amargos. El ahogamiento de un niño de 8 años que estaba con su abuelo. Era de la edad de su hijo “y ya no pudimos hacer nada”.
Tampoco podrá olvidar la tragedia del Prestige que vivió de cerca. “Fueron días muy duros de trabajo, jornadas eternas en las que no había lugar para el cansancio. Todo era poco”.
Lo decíamos al principio. No está escrito en la letra pequeña del contrato que haya que ser buena persona, pero cuando José Manuel hace balance de su vida y dice “no soy valiente, soy tranquilo, pero cuando se trata de salvar una vida no valoras tu riesgo”, cuando este conductor del mar dice que volvería a donde haga falta… no hay duda que es patrón cortado de otra manera. Navega ahora en la Salvamar SARGADELOS, con el olfato de marinero siempre a punto, siempre atento. “Donde se me necesite”.
*Próxima entrevista. Nos abrochamos los cinturones. El comandante Ricardo Omar nos da la bienvenida a bordo del Helimer en el que viaja hace más de una década. Su vuelo nos ha dejado titulares como éstos: “El Sikorsky es un buen aparato. Siempre me trajo a casa”; “Sacas fuerzas porque piensas que el que está en el mar puede ser tu hijo” o “Salimos a volar porque hay alguien que no escuchó cuando el mar le dijo que no saliera”. Aviso para almas sensibles… empieza el vuelo.