Revista Informar
"Los cocineros somos los psicólogos del barco. Todos pasan por cocina para charlar un rato"
Las Caras Del Mar
31 DE OCTUBRE DE 2016

Isaac Calo es uno de los cocineros estrella del buque Clara Campoamor. Sabe cómo alegrar los estómagos de sus marinos y en sus platos, que no se repiten en todo el mes que dura la campaña, no falta nunca una sonrisa. Es su otro ingrediente secreto. ¡Oído cocina!
Maite Cabrerizo / Carmen Lorente (tratamiento de fotografía)
Dicen los sabios marinos que un barco puede salir sin capitán, pero no sin cocinero. Con perdón por el capitán y para sonrojo de Isaac Calo, el chef del buque de Clara Campoamor del que no sabemos si alimenta más su sonrisa o su menú. “Los cocineros somos los psicólogos del barco. Todo el mundo pasa por aquí para charlar un rato”. Para contar penas, para compartir alegrías o simplemente para estar porque, como ocurre en todas las fiestas, lo mejor siempre se cuece en la cocina. Y si ésta es de 5 estrellas, como la de Isaac, mejor.
A sus 34 años, este gallego de Finisterre se ha convertido en todo un chef del mar. Nada que ver con las cocinas de lujo a las que estaba acostumbrado. Por su ubicación (en la mar), por sus comensales (marinos todos), porque el menaje está atornillado, porque su calzado va reforzado con puntera de metal o porque hay que saber ciertos trucos como que en días de tormenta más vale sustituir la sopa por un bocadillo. Una cocina distinta y, sin embargo, y eso lo dice la tripulación, para chuparse los dedos.
Isaac habla ya como los marinos, pero él reconoce que llegó a este mundo por casualidad. Que de mar, aunque es de Finisterre, sabe poco. Fue su hermano, también cocinero en el buque Alonso de Chaves, quien le animó a entrar en Salvamento Marítimo. Antes había pasado por las cocinas más selectas y, con solo 26 años, ya era jefe de cocina en la cadena hotelera Hesperia.
“Toda la vida me gustó la cocina. Mis recuerdos de niño son siempre en los fogones con mi madre”. Así pasó su infancia, entre pucheros, por ello que a nadie le extrañara que quisiera dedicarse a ello. Pero una cosa es ser cocinillas y otra ser cocinero. De hecho, fue su madre quien le dio un consejo que hoy todavía recuerda. “Que lo pensara bien, porque cuando todo el mundo está de vacaciones, tú trabajas”, recuerda. No le hizo caso, pero está claro por su sonrisa franca que le ha merecido la pena.
De ella se lleva su tarta de galleta, su pulpo a la gallega y otros secretos de cocina que a veces comparte con su hermano. “Cuando hablamos entre nosotros nos contamos platos, qué les gusta a nuestra tripulación. Siempre viene bien tener nuevas ideas”, insiste. Más si en un mes embarcados no se repite el menú ni un solo día. Eso sí, dice con voz baja, en casa del herrero cuchillo de palo. “Cuando llego a casa sí repetimos y voy a lo sencillo”.
Pero en el Clara Campoamor da lo mejor de sí mismo y mima a sus marinos con esmero. Cuando es un cumpleaños, cuando tienen un capricho, cuando están en operación bikini, como ahora, en la que el salmón se agota.
El examen de Mercedes Milá
A diferencia de las cocinas del hotel, el trabajo lo realiza en solitario. Compra, habla con los pescateros, negocia precios, revisa presupuesto, parte, pica, recoge y mantiene la cocina como la patena. Pero no se siente solo, al revés… Siempre hay un abrazo amigo, alguien que se baja a tomar café, alguien que comparte un momento. Y si no mire la foto.
La cocina del barco se gestiona de manera diferente. Hay reservas para 15 días por si surgen operaciones importantes que te obligan a estar en el mar. O si aumenta el número de comensales en operaciones especiales. El primer enemigo al que se enfrentó al llegar al Clara Campoamor fue el mareo, que combate con biodramina y un paseo por cubierta para que le dé el aire.
Todo menos tirar la toalla. A Isaac no le tiembla el pulso ni cuando habla del capitán (“la verdad es que te deja espacio y no interfiere para nada en la cocina”) ni cuando el mar brama ni cuando, como anécdota, tuvo que hacer un sándwich Hesperia a Mercedes Milá. “Contigo quería yo hablar”, dijo la presentadora. “Pues aquí estoy”, dijo el valiente cocinero. Todo acabó con felicitaciones que hoy todavía recuerda. ¡Y eso que sólo era un sándwich! Sí, dice él, pero un sándwich aderezado con sonrisa. “La mejor psicología es la sonrisa”. Es su ingrediente secreto en una cocina en la que no falta el ajo, perejil y un poquito de pimiento.
Tampoco falta su mujer, novia le llama aún, que le permite superar la morriña de estar lejos de casa. Hace tres años decidieron trasladar su hogar a Cartagena, para que la distancia no fuera tan dura (la tripulación alterna un mes de trabajo y un mes de descanso). Y no lo es. Ahora se ven todos los días, aunque sean unos minutos y aunque sea para un café. Juntos miran el mar, donde un majestuoso Clara Campoamor invita a sentirse orgulloso. Isaac lo tiene claro. Su sitio está en el Clara Campoamor, con su cocina y con su sonrisa.
*Próxima semana nos vamos a Canarias con CARLA FERRER, marinera Salvamar ALPHERATZ. Un día se preguntó si serviría para este trabajo. Los años le han dado la respuesta: SÍ.