Revista Informar
La vigilante del mar que no se ve, pero se oye
18 DE MAYO DE 2017

Maite Cabrerizo / Lucía Pérez (Tratamiento fotográfico)
“Aquí Salvamento Marítimo Valencia, adelante”. La voz que suena es la de Evangelina Díaz. Una voz suave, amable, una voz que si hacemos caso a su significado es la de una persona con una “gran paz interior que transmite a los que están cerca suyo”. Es la cualidad que hace falta para ser controlador en los Centros de Salvamento Marítimo. En cualquiera. En este caso, hablamos de la Torre de control de Valencia.
Evangelina, aunque a ella le cueste decirlo, es uno de los “cerebros” de las operaciones. Cualquier señal de alerta en la mar pasa por sus manos o las de sus compañeros que trabajan en tres turnos. 24 horas abiertos los 365 días del año acostumbrados a mantener la calma y a buscar soluciones. Recibe las llamadas, gestiona y evalúa el operativo y coordina y activa a las unidades.
“Somos los vigilantes del mar”, dice para al momento añadir “pero todos tenemos nuestro lugar en el proceso de un salvamento. A nosotros nos llega la información, pero son las unidades las que al final se movilizan y están allí”. Unión, confianza en el equipo y satisfacción de saber que el trabajo es compartido.
“Cuando te llaman desde los barcos o aviones para decir que ya los tienen a bordo es una alegría inmensa”, dice con esa calma que habita en ella. “Nuestro trabajo no se ve de cara al público, pero la satisfacción es la misma. Tenemos que ser conscientes de que estamos para servir al usuario, a cualquier persona que tenga problemas en la mar. Tenemos que dar respuesta”.
Y la da. Porque bajo esa armadura dulce hay un todo terreno, una marina mercante especializada en químiqueros que la convierte en un polvorín en momentos cruciales. Cabeza para actuar y dejar apartadas las emociones. Sus padres querían que la niña (es la menor de tres hijos y la única fémina) hiciera lo habitual, ya se sabe, abogada, profesora… Pero Evangelina les salió “rara”. Quería conocer mundo. Tenerife se le quedaba pequeño y la mar, todavía con aquella visión romántica de quien imagina mundos lejanos, era un sueño a perseguir. “Es casa no lo llevaron bien, pero al final tuvieron que aceptarlo”.
En un mundo de hombres
Sus primeros pasos fueron en quimiqueros, en grandes buques en los que pasaba embarcada tres o cuatro meses. El trabajo era duro, las campañas largas. “Era como meterme en un túnel y cuando regresabas a tierra no sabías que había pasado en la vida real”. Las conversaciones de amigos y familiares le quedaban lejanas.
Fueron cinco años de aventuras; bonitos algunos, duros otros. Cinco años de convivencia en un mundo de hombres en el que esta marina supo navegar con nota. Lo decíamos al principio. Su voz dulce de acento canario esconde temple y firme necesario para no tirar la toalla. Como cuando colisionaron con otro petrolero. Pensó que era la última vez. Fue en aguas de El Estrecho. Evangelina estaba en la derrota preparando la entrada. Cuando salió al puente no vio ni una estrella en el cielo, sino el casco de un buque cargado de petróleo que les había engullido. Por suerte no hubo daños personales.
La vida en el barco se sucedía entre gasolina, gasóleo, combustible, refinados del petróleo, disolventes y días y días de navegación… Cinco años tras los que decidió darse un respiro. Pero fue corto. Suele ocurrir. Ella pensaba a largo plazo pero su expediente llegó y brilló en las oposiciones de Salvamento Marítimo, ¡y hasta hoy! De eso hace ya 10 años.
Su CV en Salvamento Marítimo
“Fue casualidad” dice con modestia. Pero las casualidades no existen (no, cuando hay vidas de por medio) y sí mucho conocimiento en un área como era el de mercancías peligrosas muy valorado tras el siniestro del Prestige. Muchos de los opositores aportaban puntos, “yo, sólo mi experiencia de haber navegado y de piloto”.
Su destino, el Centro de Salvamento de Valencia, donde se ha hecho imprescindible. Y no sólo porque sorprenda a las guardias con deliciosos pastelitos. De ella se dice lo que ella calla: metódica, disciplinada, responsable, capacidad de análisis, muy organizada y motivada. Y fundamentalmente una buena persona. Tampoco eso aparece en el CV ni es pregunta de examen, pero cuenta.
“Pensaba en volver al barco, pero sin darme cuenta han pasado 10 años y me gusta estar aquí. Orgullosa de Salvamento y feliz, muy feliz con este trabajo”. Y feliz cuando las operaciones acaban bien, cuando las tripulaciones vuelven a casa y el submarinista perdido aparece con vida.
“El día que no es así te vas mal”. Y en su voz se nota un tono de preocupación, de aviso, de consejo a quienes navegan o practican deportes acuáticos. “Muchos de ellos se podían evitar”, dice seriamente.
No podemos cerrar esta entrevista sin preguntar por qué el nombre de Evangelina. “Se lo debo a mi padre”, con bronca incluida de su madre. “Eso y una cámara de fotos rusa del año la castaña que le cambió a un marinero de un barco ruso no recuerdo si por unos zapatos o algo de comida”. Algunos la llaman Eva, nosotros, por ese amor y respeto a un padre, Evangelina.
*Próxima semana. Hugo Dopazo, nadador de rescate de Salvamento Marítimo; tiene grabada la cita de Hervé Hamon en su cabeza; y en su corazón: “Todos los mortales son alguna vez náufragos, y los salvadores, al mismo tiempo que tienen que salvar a los demás, salvan una parte de ellos mismos, y renacen al devolver la vida”. Muy pronto te presentaremos a Hugo, su trabajo, sus ilusiones cumplidas, y en definitiva: SU VIDA.