Revista Informar
"La tripulación somos un equipo y es lo que hace que el barco funcione"
Las Caras Del Mar
26 DE SEPTIEMBRE DE 2016

Julio Alfonso Fernández Fanjul, capitán retirado
Maite Cabrerizo
Tratamiento de fotografía: Carmen Lorente
“No sé si voy a poder aportar algo”, dice Julio Alfonso Fernández Fanjul con tremenda modestia al inicio de la entrevista. Lo dice porque a sus 49 años está retirado; porque hace dos años le fueron trasplantados los pulmones en el que fue el peor viaje de su vida y que le obligó a bajarse del barco (en aquel momento era capitán en el María Zambrano). Pero precisamente por esa modestia, y por esa experiencia y esa manera de ver y saborear la vida cuando uno ha estado a punto de perderla, Julio Alfonso Fernández Fanjul tenía que estar aquí. Una lección de mar y de vida.
“Me fui encontrando mal poco a poco. Nunca imaginé que mi estado fuera tan malo, pero si aguanté embarcado era por el orgullo de llegar a ser capitán”, aclara. Orgullo de hijo de marinos, de tierra marinera, de Gijón, siempre supo cuál era su sueño. Ser capitán de un barco. Pero sin prisas. Porque aunque lo consiguió, lo cierto es que Julio ha ido disfrutando de cada paso en esa carrera, de cada peldaño, desde alumno, “donde eras el chico de los recados”, hasta llegar a ser el jefe. “Pero el capitán no es más ni menos que el resto de la tripulación. Somos un equipo y eso hace que el barco funcione. Así lo entiendo yo”, dice a modo de coletilla como para quitar importancia al hecho de que su nombre haya dejado huella en Salvamento Marítimo. Porque aunque lo diga con voz baja, él tiene gran culpa de que toda la tripulación sintiera el barco como su segunda casa, que más que compañeros fueran amigos. Todos. Él no lo sabe, pero de norte a sur, de Huelva a Barcelona, se oye su nombre.
Esa capacidad de hacer equipos ha sido su arma secreta en Salvamento Marítimo y antes, en los petroleros americanos donde navegó durante ocho largos años. Fanjul piensa con cariño en cada momento en esa Torre de Babel con mucha gente de diferentes nacionalidades. Recuerdos hay muchos, pero sobre todo, los fines de semana en los que los hombres del barco salíamos a pasear horas y horas por esos escasos 600 metros de superficie, cada uno por su cuenta, cada uno con sus pensamientos. “Era raro vernos paseando en solitario. ¡Estábamos fatal!”, ríe.
Pero tantos meses fuera de casa, sobre todo cuando ya se tienen hijos (dos en su caso) y sin móviles como ahora, pesan mucho. “Cuando volvía, mi hijo, que entonces era pequeño, me miraba enfadado, como si le quitara el espacio que él tenía con su madre. Me costaba hacerme con él”. Por eso no perdió la oportunidad de entrar a formar parte de Salvamento Marítimo justo en el momento en el que la empresa reforzaba su flota. Su currículum daba para eso y más. Era 2008. Y lo más curioso para Fanjul de todo esto es que no había un fin comercial. “Era la primera vez que navegaba sin la sensación de que había que ganar dinero. Yo veía el barco parado y me volvía loco. Porque de donde yo venía un buque quieto suponía perder mucho dinero”. Fanjul hace las cuentas. “Me di cuenta de que en Salvamento Marítimo el beneficio no es monetario, sino la satisfacción de ayudar a otros. Y eso no tiene precio”.
Su primer destino, ése que nunca se olvida, como Segundo Oficial fue en el buque Punta Mayor, en Tarragona. De allí pasó una de las joyas de la corona, al Clara Campoamor, también de Segundo Oficial y luego de Primer Oficial. “Disfruté tanto”, lo dice saboreando cada segundo que estuvo allí embarcado. Porque hoy, pese a ser capitán, si se le pregunta a Julio qué cargo prefiere, lo tiene claro: Primer Oficial. “Como yo entiendo que debe der ser un Primer Oficial”. Y lo define: “está siempre en cubierta, enredando, en continuo trato con el contramaestre, un hombre que está para todo, lo llaman para todo, ahí, mano a mano con el resto de la tripulación, organizando los trabajos y con la confianza plena del capitán”.
La sonrisa de Julio
Y mientras describe esta situación uno se lo imagina embarcado, con su uniforme, con esa sonrisa que ni la enfermedad ha podido borrar. Después de tres años en la joya le tocó el SAR Mesana, primero como Primer Oficial y luego de capitán. Empezó a sentirse mal. Cansado, incómodo. Pero callaba porque su sueño se estaba haciendo realidad. El siguiente paso fue el buque María Zambrano. “¿Como capitán?”, le preguntamos. “Como capitán, pero como yo entiendo que tiene que ser un capitán”. Y vuelve a esa sencillez, a esa modestia de compartir los galones con su gente. “La gente es profesional en su labor diaria, se trabaja como equipo. No puede ser de otra forma. Es fundamental para que el barco funcione solo. La tarea del capitán es igual de importante que la de cualquier marino”.
Y eso se nota en cubierta dice. Y eso se nota en las fotos y en los recuerdos, ni uno malo que haya que borrar de su trayectoria en Salvamento Marítimo. Con los del barco, con los de la torre de control, con los del puerto, con los equipos del aire… Allí donde estuviere, Julio Alfonso Fanjul tiene puesta una sonrisa como si fuera parte de su uniforme, “tal y como yo lo entiendo”.
Pero tras esa sonrisa, pocos sabían el dolor del capitán. La falta de aliento, la fatiga, los mareos, el dolor de pecho… Sólo subir escaleras le dejaba agotado. Con el tiempo, se dio cuenta de que aquello no iba bien. El apoyo de sus hombres, ese equipo del que habla con orgullo, le ayudó a terminar su trabajo. “Mi idea era aprovechar el mes de descanso para recuperarme. Pero no sabía que estaba tan mal”. Y lo estaba.
Cuando desembarcó el 30 de octubre de 2014 ya estaba en fallo cardíaco. Celebró el cumpleaños de su pequeña y al día siguiente ingresó en el hospital. Intervención a vida o muerte, cinco meses hospitalizado y luego la noticia de que no podría embarcar más. “Fue muy duro. Pensé que me moría. Los médicos me lo pusieron crudo y yo sólo quería vivir”. Por los suyos, por sus hijos, por su trabajo, por esos amigos que le dijeron “hasta la vuelta, capitán”. Perdió 40 kilos, pero conectado a la máquina día y noche tuvo claro que sólo quería vivir. Y lo consiguió.
Hoy mira el mar desde el puerto. Sigue las noticias de sus compañeros y ve al Alonso de Chaves o a la Salvamar Rigel con orgullo de formar parte de esa familia. En las redes sociales no pude faltar su comentario de “Buen trabajo, compañeros”. Es su manera de ser; como lo entiende él, sí, pero también como lo entiende su familia del mar. “Buen trabajo Julio”
*La próxima semana embarcaremos en el buque Punta Salinas. Su capitán Ana Penela nos da la bienvenida. Un viaje que promete emociones