Revista Informar
¡La tengo, la tengo a la vista!
Pañol De Proa
20 DE MAYO DE 2019
El trabajo en equipo de Salvamento Marítimo por tierra, mar y aire permitió el rescate de dos adolescentes en kayak a los que el viento jugó una mala pasada
La tarde del 21 de abril, domingo de Pascua, lucía el sol en el litoral coruñés. Aparentemente nada hacía presagiar el peligro en la mar.
Guille Lavía, rescatador (de Babcock) del helicóptero Helimer 401 de la base de A Coruña, con 11 años de experiencia en la profesión, conoce bien ese peligro: “Cuando viene el buen tiempo siempre tenemos emergencias por problemas en playas. Un día de sol incita a salir, pero puedes no darte cuenta de que el mar está mal”.
Y este iba a ser uno de esos días. A las 16.40, uno de los controladores de guardia del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo (CCS) en A Coruña recibió una llamada – a través del 112- que hizo saltar todas las alarmas: un hombre informaba angustiado acerca de la desaparición de su hijo y la novia de éste, ambos de 16 años. Habían salido a navegar en kayak desde la playa de Santa Cruz, en Oleiros, hacía una hora y en aquel momento lo único que él estaba viendo desde tierra era la embarcación mar adentro, pero sin nadie a bordo.
Aquel hombre era Roberto. “Mi hijo me pidió permiso para coger el kayak, pero no me percaté de que no se llevaban los chalecos salvavidas. Cuando estaba comiendo con el resto de la familia y estábamos hablando de ellos, me asaltó una duda: ¿habían cogido los chalecos?”, relata a través de una carta de agradecimiento que ha dirigido a los equipos que intervinieron en el rescate.
Tras comprobar que no llevaban los chalecos, se dirigió con su pareja a la costa de Santa Cruz para dárselos y que volvieran con ellos puestos. “Cuál fue mi sorpresa y desesperación al descubrir con los prismáticos que el kayak andaba suelto por el mar, sin tripulación”.
Desde el CCS movilizaron todos los medios necesarios. El operativo de búsqueda por mar y aire para rescatar a los jóvenes estaba en marcha: el Helimer 401, la Salvamar Betelgeuse, la patrullera Río Jallas, de la Guardia Civil, una lancha de bomberos de A Coruña y efectivos de Protección Civil de Oleiros, por tierra.
Lo primero que encontraron los tripulantes de la Salvamar Betelgeuse fueron los remos del kayak, flotando a la deriva.
Al cabo de unos minutos el controlador les comunicaba las novedades: el chico había aparecido en una cala llamada de As Margaridas. Explicó que estaban remando en el kayak, el viento los estaba llevando peligrosamente hacia las rocas y habían volcado. Él pudo alcanzar la playa a nado, pero su novia continuaba en el agua.
Después todo ocurrió muy rápido.
Enseguida llegó el Helimer 401 –la zona de búsqueda estaba muy próxima a su base en el aeropuerto de Alvedro -, y con la información de la que se disponía, y en tan sólo unos 3 minutos, localizaron a la chica desde el aire.
“Nos pusimos muy contentos cuando conseguimos avistarla; cuando el compañero dice: ‘¡La tengo, la tengo a la vista!’, entonces pensamos: ¡bien, bien, bien!”, recuerda Guille.
Ese día le tocaba realizar funciones de operador de sistemas, con las cámaras; el otro rescatador, Eufemio Benítez, “Eufe”, era quien estaba dispuesto para bajar al agua.
La tripulación del 401, helicóptero de gran porte, está compuesta por 5 miembros (pertencecientes a la empresa Babcock): 2 rescatadores, piloto, copiloto y operador de grúa. Entrenados para trabajar contra reloj, en cuanto reciben una llamada de emergencia, recogen sus equipos, sacan el helicóptero del hangar, lo ponen en marcha y ¡a volar! Todo ello en menos de 15 minutos.
Cuando la avistaron, la joven se mantenía a flote, estaba tratando de alcanzar la playa –tal y como muestran las escalofriantes imágenes grabadas por la cámara del Helimer, que captan el instante en que fue localizada-. “Estaba llegando al límite, pero aguantó como una leona”, cuenta Lavín.
De inmediato la Salvamar Betelgeuse se acercó a Punta Boi, a la posición donde había sido localizada. Sin embargo desde la embarcación no se podía ver con la misma perspectiva que desde el aire. “En un primer momento sólo se veía una cabeza a flote y nos temimos lo peor”, recuerda su patrón, Joan Cucurull. Pero instantes después, observaron que la joven movía los brazos.
Simultáneamente desde el Helimer ya habían empezado la maniobra de descenso del rescatador, para garantizar la seguridad por partida doble, por si la Betelgeuse no podía acceder por razón de su calado. Pero a esa hora había marea plena y el patrón, junto a sus otros dos tripulantes, el marinero José Pais, y el mecánico, Leonel Neira, rescataron a la adolescente del agua.
Una vez a bordo, la metieron en el puente para que entrase en calor y le dieron una primera asistencia mientras se dirigían a toda máquina al muelle de Oza. Allí ya estaba esperando la ambulancia. “Nos decía que tenía mucho frío y que llevaba horas en el agua. Efectivamente pudo pasar alrededor de una hora, y en esas circunstancias en la mar uno pierde la noción del tiempo, y un minuto parece una eternidad”.
Todos coinciden, como no puede ser de otra forma, en destacar la gran valentía y fortaleza que demostró la joven, luchando por su supervivencia en la mar.
La joven fue ingresada en la UCI de un hospital coruñés afectada por una severa hipotermia, pero felizmente al cabo de unos días ya estaba fuera de peligro y tras recuperarse por completo, recibió el alta.
El kayak apareció lejos del lugar donde la localizaron a ella, a más de una milla, y fue recuperado por la embarcación de bomberos y conservado en la base de la Salvamar hasta que su propietario acudió a recogerlo.
No hay duda de que la coordinación es una de las claves para que las operaciones en Salvamento Marítimo concluyan con éxito. Así lo resume Joan Cucurull: “Fue un trabajo en equipo excelente”.
Y ha destacado la inestimable labor de sus compañeros, los controladores, que desde la torre de A Coruña coordinaban todas las unidades en mar y aire, mientras hablaban por teléfono con el padre para obtener la mayor cantidad de información posible a la vez que trataban de tranquilizarle –Roberto agradeció el excelente trato telefónico que había recibido-”.
¿Héroes?
Joan, que llegó a Salvamento Marítimo como casi todos, por pura vocación –antes había sido voluntario en las lanchas de Cruz Roja del Mar en su tierra, Tarragona -, tiene claro cuál es la parte del trabajo que más reconforta: “cuando llegas y ves cómo te mira una persona a la que vas a salvar la vida. Esa sensación es inexplicable”.
Sin duda salvar vidas llena de orgullo a los profesionales que intervienen en este tipo de misiones, y todo el mundo les llama héroes, pero ¿ellos se ven así?
Guille lo tiene claro: “No me siento un héroe. Misiones como esta me hacen sentir muy feliz. Pero no un héroe”.
Héroes o no, la joven del kayak nunca les olvidará; ni tampoco su novio; ni Roberto, su padre.
“Me emociono al recordarlo, me están cayendo las lágrimas mientras escribo estas letras, pero necesito manifestaros a todos/as los/as que participasteis en el salvamento, el eterno agradecimiento de dos desesperados padres que asistieron en directo al salvamento de su hijo y su novia. Gracias al servicio de Salvamento Marítimo de A Coruña, a la tripulación del helicóptero, a la Guardia Civil de Oleiros, a la Policía Municipal de Oleiros y al servicio de Protección Civil de Oleiros y a la chica que al borde del mar me llamó al 112 en su teléfono porque yo no era capaz en el mío. Gracias, muchas gracias”, concluye en su carta.
Lecciones aprendidas
Es muy importante el uso del chaleco salvavidas a la hora de practicar actividades náuticas como la navegación en kayak.
Roberto era consciente de eso y cuando se dio cuenta de que su hijo y su novia habían salido sin ellos, fue inmediatamente a la playa; gracias a lo cual pudo dar la voz de alerta a los servicios de emergencia y ganar tiempo, y esta historia ha tenido un final feliz.
No conviene confiarse aunque brille el sol. Tal y como nos recuerda Guille, quien además de ser nadador de rescate, en su tiempo libre practica kayak: “El mar es siempre más fuerte”.
Cuando él navega con su kayak cerca de la costa, lleva un teléfono móvil protegido en un porta teléfonos impermeable. De este modo, si tuviera algún problema y nadie le ve desde tierra, podría llamar a los servicios de emergencia.
Y ante todo animamos a disfrutar de este tipo de actividades siempre con precaución y siguiendo algunos consejos.
Carmen Lorente
Fotografías de Marcos García, Joséma Ojén y Luis Vázquez