Revista Informar
"Cuando me cayó Iribar encima, supe que mis días de futbolista se habían acabado"
Las Caras Del Mar
14 DE NOVIEMBRE DE 2016

Un día un <em>tal Iribar</em> le dio una patada en el campo de fútbol. Y ahí supo que tenía que dejjar el fútbol y dedicarse a su otra pasión, la mar. Manolo Mateo, ex patrón de Algeciras, recuerda su paso por Salvamento Marítimo. De película.
Maite Cabrerizo
Carmen Lorente (tratamiento de fotografía)
No lo vamos a negar. Decir de uno mismo que en sus tiempos mozos jugaba bien al fútbol pero que lo dejó por una lesión no vende (y suena a fanfarronería). Decir que la lesión fue porque el gran Iribar le cayó encima y le rompió el menisco sí vende. Duele igual, pero al menos da caché. Aunque Manolo Mateo no lo necesita. Conocido en todo Algeciras como Matius, el patrón de la Salvamar jubilado hace tres años es un pozo sin fondo. Y no sólo por sus partidazos en el Betis juvenil, en el Albacete o en el Ibiza, sino por los goles que le ha metido a la vida, una vida jugada en Salvamento Marítimo que bien le valdría un balón de oro. Y todavía le quedan muchas patadas que dar.
“En un partido de fútbol me cayó encima José Ángel Iribar. Ahí me di cuenta de que se habían acabado mis años de futbolista”, recuerda. Pero lo dice sin pena porque, en el fondo, el sueño de este sevillano siempre fue la mar. De ahí que compaginara sus partidos con los estudios de Naval. De abajo arriba, como se dice. De petroleros haciendo lo que vieres, a capitán de la Marina Mercante y patrón de la Salvamar en Algeciras. Horas y horas de trabajo que se acumulan en una maleta de vivencias que Manolo aún no ha cerrado.
“Puede que te jubilen, pero del mar no te retiras nunca”. Ni casándose con una manchega, porque viviendo en Albacete cada poco se escapaba a la costa alicantina. Hoy vive en Algeciras, rodeado de agua por todas las partes porque, por si no fuera suficiente navegar por encima, Manolo Mateo sigue practicando a sus 61 años la pesca submarina. Aunque con prudencia, “porque al mar no hay que temerlo, pero hay que respetarlo”. Lo dice alguien que ha visto mucho. Bueno (reencuentros familiares, rescates con final feliz…) y malo, muy malo. Y ahí calla, no porque no quiera hablar, sino porque necesita pensar. Es lo que le ha enseñado su vida en Salvamento Marítimo. Pensar, pero pensar en los demás. “En situaciones de emergencia, cuando estás en el barco te olvidas de todo. Lo importante son las vidas, aunque sea una”.
Y por esa “una” Manolo Mateo lo da todo. Como lo hizo en los ferris que iban de Algeciras a Marruecos. Fue su primer trabajo después de los petroleros. Le gustaba el mar, pero no la vida en solitario que se hacía en esos grandes barcos. Él es de estar en contacto con la gente. Y el paso de El Estrecho le daba eso. Mil y una historias en un barco cuya carga era “humana”.
Vida en El Estrecho
Su vida laboral siempre ha estado vinculada al mar, pero la que más le ha marcado es ésa que aparece resumida en unas líneas al final de su expediente laboral como personal de Salvamento Marítimo. Un nombre grabado a fuego. Por todo lo que le ha dado. Lo dice así, con generosidad, aun sabiendo que ha estado muchas veces en peligro. No es hablar por hablar. Manolo Mateo, Matiu, es también un gran conocido en el mundo del narcotráfico. En los años 90, ya en Salvamento Marítimo, El Estrecho era por desgracia uno de los puntos más calientes para el transporte de droga. Manolo se los conocía a todos, y todos le conocían a él, los buenos, los malos y ¡los muy malos! Sin embargo, fue respetado en todos los bandos.
“Nuestra misión es -habla en presente todavía- salvar vidas. Da igual si el barco venía lleno de droga o sí había heridos de balas”. Mil y una aventuras que darían para un buen guion de cine, como cuando unos cabecillas del narco le ofrecieron pasarse a su bando por mucho dinero. “Pero nosotros hemos dado siempre un trato exquisito a todos”. Se trata de salvar vidas.
Y lo ha hecho. En ocasiones, por desgracia, ha sido imposible. “Recuerdo el choque de dos ferris en El Estrecho, gente flotando por la que nada se podía hacer”. O como esos cuerpos que de vez en cuando devuelve el oleaje de “algún pobrecillo” que intentó huir de Argelia o Marruecos en un neumático. “¡Qué poco vale la vida en África para salir al mar sin saber lo que te espera!”. Manolo fue el que puso los cimientos en Algeciras, cuando sólo había una “lanchita” día y noche. “Ahora es otra cosa, con más medios en distintos puntos y con el helicóptero Helimer que es una gran ayuda”, aclara.
Hoy Manolo está jubilado. Pero es un jubilado atípico, como siempre lo ha sido, porque no para. Sigue navegando, sigue haciendo pesca submarina, esperando dar caza a ese dentón que se le resiste. Pero hay algo más, ese corazón de Salvamento Marítimo sigue latiendo con sus trabajos de voluntario en distintos países del mundo. Tíbet, India, China, Perú… “Son lugares en los que se lucha por la supervivencia y yo como marino puedo aportar mucho a su gente”.
Se dice que hay tres clases de individuos: los que viven, los que mueren, y los que están en la mar. Manolo es de este último grupo. ¡Gracias Iribar por esa patada a tiempo!
*Próxima semana. Nos quedamos en Madrid con ARANTXA, administrativa en la sede de Fruela. Hace 17 años que navega en su silla de ruedas por esta Casa. Sabe mejor que nadie quién es quién y nos invita a pasar al “otro lado”. Todos conocemos su eterna sonrisa; ahora también su historia.