Revista Informar
Con sentido común
Las Caras Del Mar
13 DE MARZO DE 2017

Cuando el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, propuso a Juan Luis Pedrosa ser alcalde de Pontevedra, le dijo: "usa siempre el sentido común". Y eso le ha funcionado en política y ahora como director de Salvamento Marítimo.
Maite Cabrerizo
La pregunta estaba en el aire. ¿Se atreve alguien a hacer la entrevista al director de Salvamento Marítimo? Pero en esta redacción fuimos más arriesgados. ¿Se atreve Juan Luis Pedrosa a ser una de Las caras del mar? Y la respuesta, como no podía ser de otra forma, fue “sí”.
Vaya por delante que el “no” estaba sobre la mesa, más cuando estos perfiles se alejan de la mera historia curricular y desnudan al personaje, mostrándolo en su intimidad, con sus mieles y sus hieles, con lo que no es sino la vida en general. A veces dichosa, a veces cabrona. Y de ello, ni Pedrosa se salva.
Por eso quizá dijo “sí”; por ese amor al momento, a esa segunda oportunidad que le ha regalado la vida después de un maldito cáncer que ya es pasado. Hace de ello 11 años, pero no hay uno que su mujer Elena no celebre con el alma aún encogida.
Había otra razón para decir que sí, y era seguir al detalle el consejo que su amigo y ahora presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, le dijo cuando se presentó como candidato a la alcaldía de Pontevedra, “Tú, Juan Luis, actúa siempre con sentido común. Siempre con sentido común”.
Y es lo que hace. Y es de sentido común hacer una entrevista que permita al lector ir más allá de los cargos que aparecen en la Wikipedia; ésos que visten bien, pero dicen poco. En las distancias cortas, y avisamos, Pedrosa gana, ¡y mucho!
La otra cara
“Cuando Mariano me pidió que me presentara como candidato a alcalde yo le dije, ¡pero si no me conoce nadie!”. Al acabar la legislatura, el 95% de Pontevedra ya le conocía. Al terminar esta entrevista estamos seguros que el porcentaje en esta Casa llegará al 100%. Y no nos referimos al personaje público, sino a la persona, al jardinero que mima sus magnolias, al amigo de sus amigos; a un Juan Luis silencioso, poco dado al populismo, pero que araña segundos a la vida por si no hubiera un mañana. Sí, a un Juan Luis enamorado de su mujer y de sus perales y de esos ratos en los fogones en los que no faltan las risas y platos cocinados a fuego lento para celebrar el hoy y el ahora.
Lo primero que advierte al comenzar la entrevista es que es una persona introvertida. Pero avisamos, quien crea que ese retraimiento del director es sinónimo de lejanía se equivoca. Las puertas de su despacho siempre están abiertas, móvil en mano para seguir al segundo las incidencias de los operativos de Salvamento Marítimo. “Ayer, la tripulación de la Guardamar Polimnia y el Helimer de Almería se la jugaron en el rescate de la patera. No fue fácil”, dice poniendo de manifiesto que sigue muy de cerca a su gente. “Tenemos grandes profesionales”, halaga.
Juan Luis Pedrosa Fernández nació en Lugo hace justo 62 años. El segundo de cuatro hermanos de una familia muy numerosa (su madre eran 13 hermanos y su padre seis) que miraba la mar desde lejos. Nadie en su casa fue marino, hasta que llegó el que luego sería capitán de Marina Mercante y más tarde director de Salvamento Marítimo en España.
“Soy un arquitecto frustrado”, reconoce. “Pero estaba en esa edad tonta después del COU sin saber qué hacer cuando un amigo me comentó que si te hacías piloto en un par de años viajabas y estabas fuera de casa”. Y a Pedrosa y a sus 17 años se le abrieron el apetito y las ganas por conocer, por viajar, por salir de Galicia. Por suerte, don Fernando, su padre, abogado, interventor de la Administración Local y alcalde de Lugo después, no le frenó ni le retuvo para que siguiera sus pasos, aunque la casualidad hizo que ambos portaran después el bastón de mando.
Pedrosa enseguida se enamoró de la Náutica y de todas sus asignaturas. Meteorología, el lenguaje de las estrellas… “La de Marino Mercante es una carrera muy completa porque luego en el barco te las ves tú solo. Tienes que estar bien preparado para todo”. Con 23 años ya era capitán. Pero antes le esperaban unas cuantas aventuras de las que bien podría escribir un libro. “Si yo contara”, dice.
Y por el aperitivo que adelantamos, nadie lo duda. Su primer embarque como alumno fue en 1977 en un buque de la Naviera Aznar. Se trataba de un buque de pasaje y de mercancías en el que se dio cuenta de que no se había equivocado. Pese a que en su primer día recibió de manera inesperada su bautismo en agua salada. Las olas de hasta ocho metros empaparon su flamante uniforme. No sería la última en esos viajes que le han permitido conocer mundo. Lo que buscaba. Lo que soñaba.
Enseguida ascendió a Segundo Oficial y al hablar de ello es como si Pedrosa hiciera un flashback en su relato para volver a aquel chaval de 24 años que, en un momento de su vida, se dio de bruces con Muamar el Gadafi. Insiste: “Tengo para un libro”.
Navegando con Muamar el Gadafi
Y añadimos nosotros, un libro de acción, de riesgo y de emoción en la que la mujer de un Segundo Oficial se hace pasar por falsa empleada de la boutique de un lujoso crucero para estar cerca de su marido. Una aventura al límite dado el perfil de un dictador conocido por sus extravagancias, sus guardaespaldas femeninas armadas hasta los dientes y sus enfermeras ucranianas. Sin olvidar sus comités de purificación en el Ejército y la policía que le rodeaba. Los protagonistas no eran otros que nuestro director y su mujer, “que nunca olvidará aquellos meses de película”.
Era 1979 y Gadafi compró los dos ferries gemelos Monte Toledo y Monte Granada a la Naviera Aznar. Entre su tripulación estaba un joven Juan Luis Pedrosa que no salía de su asombro, y que recordaba las palabras de aquel amigo de juventud que le animó a ser piloto, a ver mundo. ¡Y no se equivocó!
Los cruceros hacían el recorrido por el Mediterráneo con 150 tripulantes, 11músicos y, en ocasiones, sólo 5 pasajeros en un barco en el que cabían 800. “Gadafi era sí”, apunta Juan Luis Pedrosa, que salpica aquella aventura de múltiples anécdotas, como que el mandatario se resistía a echar combustible en su país rico en petróleo o cuando llevaba el buque cargado de peregrinos a la Meca o cuando les usaron de cebo para evitar un atentado contra el dictador.
Viaje a Misurata
En aquella ocasión hacían el recorrido entre Trípoli y Misurata, escenario de no pocos y sangrientos bombardeos. La tripulación española, rodeados de militares armados hasta los dientes, llevaban a un grupo de pasajeros entre los que supuestamente estaba el dictador. Pero se trataba de un engaño. “Nos usaron como conejillos de indias y cuando llegamos al puerto apareció Gadafi saludando desde un yate”.
Pedrosa suma y sigue recuerdos de unos años que no pasaron en balde, como los hermosos baños en el Mar Rojo de madrugada o las noches en el puente pescando peces de todos los colores “rojos, verdes, amarillos, azules…”, se emociona al recordar aquella etapa en la que se hizo rico en vivencias y, por qué no decirlo, en salario.
Después de dos años decidió desembarcar, pero no fue fácil. Estuvo tres meses retenido hasta que aprovechó uno de los trayectos que hacía el buque a Malta en busca de provisiones para escapar.
Ya en tierra, tocaba empezar de cero una nueva vida con Elena, su mujer, a la que conoció de un flechazo en la Noche de san Juan. Es la otra cara del director de Salvamento Marítimo. Comedido, prudente, tranquilo, riguroso, pero expuesto como todos a los avatares de Cupido. Y Elena, aquella farmacéutica de La Estrada le hechizó… y hasta hoy. Con dos hijos que ya navegan solos (aunque sea por tierra) y que son sus pilares.
Marino en tierra
Volvieron a Pontevedra y ya sólo embarcaría un año y medio más. Porque Elena se lo pidió y porque el propio Juan Luis es persona de etapas. Que disfruta el momento y no sufre por lo que podría ser. Se matriculó en la escuela Náutico Pesquera de Vigo donde después sería profesor adjunto de Meteorología. El hombre del tiempo: Isobaras, borrasca, anticiclón, frente frío y cálido… da igual, desde hace 11 años para Juan Luis Pedrosa siempre luce el sol.
“Me decían que era muy buen profesor porque les hacía ver y entender más allá de los mapas. Les transmitía mi emoción y eso se notaba hasta el punto de que daba clases particulares a muchos alumnos, algunos de los cuales hoy son parte de la tripulación de nuestros barcos”, recuerda con especial cariño. “¡Si hasta tenía lista de espera!”. Y por cómo lo cuenta, por ese gesto, por esa calma al hablar nos convence.
Como logró convencer en política. Es su arma secreta. Dicen que la calma es la virtud de los fuertes y en el caso de Juan Luis Pedrosa queda demostrado.
En 1990 fue nombrado delegado territorial de Pontevedra de la Consellería de Pesca Marisqueo y Acuicultura de la Xunta de Galicia y en 1993 fue nombrado Director General.
No supo decir “no” a un Mariano convincente que le ofrecía un cargo en un mundo que él conocía de primera mano, la mar. Además, eran amigos de la infancia y su padre trabajaba como consejero de Obra Pública siendo ya Rajoy vicepresidente de la Xunta. En 1995 daba un salto importante y ganaba las elecciones a la alcaldía de Pontevedra.
“La preparación de un capitán de mercante te viene muy bien para ser alcalde, porque sabes de todos los temas: sanidad, meteorología, motores marinos… navegas solo y no tienes a quién preguntar”. Un poco similar a lo que ocurría en la alcaldía, donde sientes la soledad del poder. “Mi padre me lo decía, es el puesto más bonito, pero más difícil porque eres el último eslabón, el que decide”.
Pedrosa recuerda aquellos años con mucho cariño: la campaña a pie de calle y pegada de carteles en la que su mujer estuvo siempre al lado y, cómo no, su exposición a una ciudadanía que le exigía cambios. Pasó de ser una persona corriente al señor alcalde al que se le pedía que arreglara las calles, construyera parques o iluminara la ciudad. Al alcalde que acariciaba a los niños o visitaba el mercado.
“Alcalde, hay que llegar antes”, le dijo un joven botellón en mano en su primera noche de mandatario, cuando fue alertado del incendio en una iglesia. “¡No se me olvida!, ríe Pedrosa.
Pedrosa suma y sigue aventuras que recuerda con cariño como el regalo que hizo a la primera pareja que casó por lo civil en el Ayuntamiento. Tiene gracia que precisamente el destino de potestad para casar (como capitán primero y luego como alcalde) a quien por su manera de ser nunca sería el novio en la boda ni el niño en el bautizo.
Cuatro años después dejaba el Ayuntamiento para pasar a la oposición hasta ser nombrado vicepresidente económico en la Diputación de Pontevedra hasta 2003, que se incorporó como Director del Centro de Formación Profesional Marítimo Pesquera de Bueu.
Un maldito cáncer
Decía Juan Luis Pedrosa que es un hombre de etapas, que asume lo cambios como parte de esto que llaman vida. Pero hay algunos muy difíciles de aceptar, como el cáncer. En 2006 le diagnosticaron un cáncer de pulmón que dio a su vida un giro de 180 grados.
Todo comenzó con una afonía sin importancia. Cuando le hicieron las pruebas el mal ya estaba extendido. “Ahí te cambia la escala de valores”, dice reviviendo aquellos momentos que, una vez más, compartió con su querida e inseparable Elena. Tenía 51 años y se enfrentaba a uno de los peores cánceres del que por entonces sólo se salvaban siete de cada mil enfermos. Se lo dijo un doctor, “Juan Luis, tú eres la estadística”.
No fue fácil. Duras sesiones de quimio y radioterapia y una familia muy unida que estuvo siempre a su lado.
“A mí esto no me vence”, se dijo este director templado y prudente, pero con garra y mano dura cuando se trata de luchar por lo que quiere. Y él quería vivir. “Fueron unos meses muy duros. La fecha la he borrado. Mi mujer la sigue sabiendo. La escala de valores de la vida te cambia”.
Y también te la cambia ser amigo de confianza de Mariano Rajoy, que en 2012 ganaba las elecciones y le proponía ser director de Salvamento Marítimo. La llamada se la hizo la ahora presidenta del Congreso Ana Pastor y no supo decir que no, aunque le suponga vivir lejos de su casa y de su mujer. Pero era un reto que le seducía en un mundo en el que navega feliz.
Director de una casa con más de 1.500 personas que exige temple, que lo tiene, y seguridad cuando está en juego la vida humana. “Gozamos de gran reconocimiento internacional. Contamos con grandes operativos y profesionales que nos ponen en el punto de mira de nuestros homólogos “,
Los fines de semana se va a su casa donde saca su otro yo, el marido feliz que comparte con Elena las labores del jardín y largos paseos al atardecer, que poda los frutales, que riega las plantas, que enseña en su móvil la foto de una camelia alba plena como si de su nieta se tratara. Que no ha llegado, pero que espera que llegue. Y cocina, y juega al golf y vive con pasión el mundo de las estrellas, ese que siempre le ha guiado como marinero y como persona.
Lo decíamos al principio, al inicio de esta entrevista todos conocíamos a Juan Luis Pedrosa como personaje público. Al acabar estas líneas conocemos a la persona, la misma que bautiza a las nuevas salvamares con nombres que se escriben mal y se pronuncian peor, ¡y que no caben en los titulares! La Folmalhaut ya está en el horno, pero Pedrosa lo tiene claro: es la estrella que más brilla en el cielo nocturno. Y es lo que Salvamento tiene y necesita, luz.
(Nota: Que nadie le hable de la Zubeneschamali o de la Torcularis Septentrionalis, por si acaso).
*Próxima semana: Aterrizaje de emergencia en aguas del Cantábrico. El Helimer de Gijón rescata a 12 tripulantes de un pesquero. El Gure Uxua. El comandante Jorge Fernández estuvo allí. Con su temple, con su profesionalidad, descubrimos a uno de los pilotos nacidos para volar. El camino no ha sido fácil. Monitor de tiempo libre, peón de obra, pescador de algas, militar en Yugoslavia… Antes de leer su entrevista, avisamos, ¡tomen aire!