Revista Informar
Carta abierta a Antonio Padial
Las Caras Del Mar
14 DE FEBRERO DE 2017

Y de repente llegó a la mesa de esta redacción la entrevista con el Jefe del CCS de Valencia, Antonio Padial. Una carta abierta que pretende dibujar el perfil de una persona ha creado marca en esta casa.
Maite Cabrerizo
Carmen Lorente (fotografía)
Mi queridísimo Antonio Padial:
Imagino su sorpresa al leer esta carta que no es sino una presentación de su persona; modesta, quizás lejana porque su figura se antoja grande para este simple autor. No grande por ser Jefe del CCS de Valencia, que también; sino grande como persona. Y creo no equivocarme.
Antes de nada, excusar el uso (que no abuso) del género epistolar, pero le diré que no es casual, sino fruta de una meditación profunda de esta rara avis y que, sin embargo, permite profundizar más en el autor y en su contexto y abarca una gran cantidad de temas y propósitos.
Temas como los que usted encierra en esos 59 años (bien llevados, sea dicho) y que queremos desvelar. Seguro que su amabilidad a la hora de hacer público su pasado y su presente tendrá el aplauso de quienes esperaban hace tiempo verle o leerle en Las caras del mar.
Lo pidieron. Y amparándonos en que se dice el pecado, pero no el pecador, mostramos algunas de esas sentencias que nos animaron a entrevistarle; a robarle unos largos minutos de su apretada agenda. Aquí un esbozo de esas reflexiones hechas a sus espaldas.
“Es de esas personas que congregan el apoyo unánime de todos los que trabajan con él, tanto por debajo como por encima. Para nosotros es una tranquilidad enorme que él sea nuestro responsable porque sabemos que las decisiones que vengan de él serán tomadas con profesionalidad, sosiego y buscando el bien de todos”.
O ésta: “Antonio es estupendo: serio para su profesión y sus funciones como responsable de un Centro, y socarrón y alegre cuando toca celebrar algo. Pero si algo le caracteriza es su paciencia, su tranquilidad contagiosa, su minuciosidad y capacidad de trabajo, y su constancia infinita en los asuntos difíciles, además de un don especial para la docencia; le gusta y disfruta compartiendo sus conocimientos”.
La lista suma adjetivos de gente que le quiere bien, amigo Antonio. Que le quiere ahora y luego. “Ojalá no se jubilara nunca”.
Aquellos años de Marruecos
Pero resulta apresurado hablar de jubilación cuando todavía hay tanto que contar y que muchos desconocen. ¿Quizás sus orígenes tienen algo que ver en esa aureola de libertad que le rodea?
Sidi Ifni. Sí, usted nació ahí, en la que fuera colonia española marroquí como hijo de militar destinado a la zona. Hijo de Padial Paniagua. ¡Qué tiempos! ¿eh? Vivió allí hasta 12 años, no sé si los mejores, pero sí de gratos recuerdos. “Era un hombre libre”, repite. “Me llevaban arrastrando a la escuela. Me gustaba escaparme a la playa a buscar pulpos, nécoras, camarones en la baja mar. Con sólo 7 años me conocía todas las mareas”. Y ahora con 59, también.
Porque aunque le llevaran de las orejas al colegio, o aunque luego en España ya de vuelta no aprobara las oposiciones para ser militar como su padre o sus dos hermanos (no pasa nada, si hasta Miguel de Unamuno suspendía en literatura), queda en usted ese poso de sabiduría, de inteligencia y conocimiento que muchos quisieran para sí. Sabiduría porque aún sigue estudiando; templanza, constancia, concienzudo, estudioso de la mar y profesor son algunos de los adjetivos que le persiguen.
Porque así es, porque así es su entorno y su día a día. Pero no corramos.
Decíamos que el Ejército no le quiso, pero la mar sí. ¡Y cómo! Fue acertado que como segunda opción de vida pensara en ser marino. De los que no se hunden ni en los peores momentos. No lo hizo cuando a los 12 años sus padres le metieron en un avión para volver a España ni lo hizo después, embarcado en esos mercantes con meses y meses lejos de casa. Se lo dijo el Segundo oficial de su primer barco, “no sabes dónde te metes chaval”. Pero lejos de asustarle, avivaron en usted las ganas de ser marino.
De hecho, algo vería el capitán que siendo mozalbete aún ya delegaba en usted la vigilancia del barco. “Te sentías importante porque eras responsable de la navegación segura y de la vida de la gente que estaba a bordo. Toda la tripulación dependía de mí en esos momentos. El capitán me debió ver que tenía soltura”, dice usted con modestia a quien le lee (y le aseguro que son muchos).
Soltura, hombre recio, templado en su carácter, empatía… un don, una virtud con la que se nace, no se hace.
Lo que sí hizo fue cambiar de trabajo, Después de una década navegando y ya con y por la familia, optó por quedarse en tierra, aunque vinculado al mar. Tenía 31 años y era piloto de la marina mercante, Me dice que su siguiente trabajo fue surveiller, comisario de averías. Seguía en contacto con este peculiar mundo que a los de secano nos asemeja un lugar misterioso, insondable y desconocido. Seis años en puerto, los justos para que Salvamento Marítimo necesitara gente.
Apuesta por Salvamento
Eran otros tiempos y esta Casa no era conocida como ahora, pero a usted le llamó la atención, hizo las oposiciones y si en el Ejército le dijeron no, aquí le dieron el Sí quiero. ¿De qué año hablamos? Ah, así como quien no quiere la cosa, hemos llegado a 1994, el arranque de una sociedad ésta de Salvamento a la que le esperaban muchos años de recorrido.
A estas alturas me permito querido amigo (por el cariño que hemos ido ganando en estas líneas) llamarle Enki. Ese dios de la sabiduría que según los sumerios se encontraban debajo de la tierra firme y eran el origen de todas las cosas. Y razones no faltan porque en usted está el origen de lo que es hoy el CCS de Valencia. Entró de controlador y en 2008 fue su propio jefe, Juan Crespo, quien le propuso como su sustituto al ir él a la capital. Por algo sería y, por lo que se oye, fue razón acertada, comedida y bien resuelta.
Usted mismo lo dice, hablando siempre en plural, con esa modestia que le caracteriza y ese privilegio de poner un nosotros por delante. Ustedes hicieron Valencia; ustedes pusieron las bases de lo que es hoy un centro de referencia en una ciudad que vivía de espaldas al mar. Ustedes empezaron a crear, a formar, a asentar el germen de lo que no es sino un ejemplo de funcionamiento. Una escuela para los que llegan y donde Padial se escribe con mayúsculas.
Porque su capacidad de enseñar, transmitir y ayudar no tiene fin. Podría buscar más sinónimos, que los hay, pero no quiero engordar esta carta que ya de por sí es gorda. Gorda no de kilos, amigo Padial, sino gorda porque cuando uno le conoce siente que crece, que pesa más como hombre y como profesional.
Y pongo por prueba otro de esos mensajes que nos llegan. Porque según bien anunciamos hace una semana su entrevista, se han disparado las peticiones que me obligan a retocar esta carta.
¿Quiere un ejemplo? “Es muy disciplinado. Le encanta su trabajo, siempre está metido en alguna faena, para mejorar, para entrenar al personal… para ser mejores y más profesionales, en definitiva. Y cuando no hay faena, la busca. Vamos, que con él no nos aburrimos”, dice ese pecador que bien le quiere.
La lista sigue. No vamos a decir que al ver las maravillosas fotos de Carmen Lorente haya comparaciones obligadas con Sean Connery o que apoya a todo aquel que sea trabajador (usted da, pero exige) o que se quite protagonismo para dárselo al resto. Tampoco su apoyo a la mujer en un mundo masculino y que usted convierte al género neutro. No, mejor hablemos de Valencia para evitar su sonrojo.
Las claves del CCS Valencia
Decíamos que Valencia es un centro de referencia que usted explica muy bien. Tiene lo que tienen todos los CCS, pero a eso se le suma el gestor NAVTEX (seguridad marítima) y la consola de apoyo en la misión que analiza todas las contaminaciones que detecta el avión. Y a parte analizan la información de las imágenes satalitarias que les proporciona la Agencia Marítima Europea. Como en los centros de Las Palmas y Finisterre. Centros especiales, como usted, que saborea cada segundo de este trabajo en las que está las horas que hay que estar y las que no hay que estar; las que tiene y las que no tiene. “Hemos tenido la oportunidad de participar en el desarrollo de la empresa. Y eso es una motivación extra a la hora de trabajar”.
El tiempo se detiene tras ese cristal al que pasó cuando entró a Salvamento Marítimo y que usted describe bien. Suena tan emotivo, querido Padial. ¡Trabajar por la mar al otro lado del cristal!
Su CV es intachable, su trabajo también: en los buenos momentos que hay que celebrar, como aquella varada de 2012 en la playa del Saler que le dieron merecidos titulares, pero también en los malos. Y ahí es donde se demuestra que es hombre de raza. “El momento más difícil es cuando hay que decir a la familia que dejamos de buscar, cuando ya no hay posibilidades, cuando se suspende la búsqueda de una persona. Buscamos siempre más allá del límite de las posibilidades técnicas de encontrarlo con vida. Siempre”.
Damos fe de ello amigo Padial. Damos fe y suscribimos cuanto aquí se cuenta. Modestamente, lo decíamos al principio. Porque a nadie se nos escapa su paso por el Prestige, sus conocimientos compartidos, como si de un viejo profesor se tratara. Somos conscientes de que su familia y sus tres hijos así le ven. Con esa bonhomía que se siente en la Torre de Control de Valencia; en la Salvamar Pollux, donde se le quiere; en el Sar Mesana, donde se le admira; en el Sasemar y en el Helimer, donde ya le adelantamos que hay muchos pecadores, de esos que prefieren mantenerse en el anonimato.
Alguien decía al principio, y sentimos ser reiterativos, “que no se jubile nunca”. Lo hará, amigo Padial, pero sin cerrar la puerta.
Posdata. Nuestra ilusión sería tenerle y retenerle. Pero sabemos de la suya. Un secreto que desvelamos a voces. Acabar sus años en activo navegando. Volver a la mar que le dio la oportunidad de ser feliz. ¡Quién sabe si en alguno de estos barcos que usted ha mirado años tras año tras el cristal! ¡Quién sabe!
Querido amigo, esperamos que esta misiva no sea sino motivo de su sonrisa. Quizás la próxima carta que nos envíe venga con remite desde alta mar.
Deseando que se cumplan sus sueños
Atentamente su gente que bien le quiere…
*Próximamente. Traje de etiqueta para una cena de lujo con el cocinero del SAR Mastelero, Francisco Javier de las Cuevas. Puede que su cocina huela bien, que huele; puede que sepa mejor, que sabe; puede que sea un menú de estrellas, que las tiene. Pero si algo alimenta más allá de sus viandas es su persona, porque De las Cuevas es de pata negra. Denominación de Origen que marida con modestia, con humanidad. Caballero de los fogones con un sueño: “Invitaría a comer al SAR Mastelero a Pedro Subijana. Disfrutaría con nuestra tripulación”. Él invita y nosotros nos autoinvitamos. Reserven ya su mesa para la semana que viene. ¡Nos las quitan de las manos!