Revista Informar
Camino de la Dirección General de la Marina Mercante
Las Caras Del Mar
28 DE MARZO DE 2017

Cuando a Rafael Rodríguez Valero le ofrecieron ser director general de la Dirección General de la Marina Mercante lo tenía claro: "Los cargos se ocupan para actuar, no para contentar a la gente. Esto tiene que funcionar". Y funciona
Maite Cabrerizo
Carmen Lorente (tratamiento fotografía)
Camino de la Dirección General de la Marina Mercante, justo al lado del Retiro, me gustaría decirle a su director Rafael Rodríguez Valero que en la puerta del parque madrileño hay un hombre que vende bolsos. “¡Bolso de Bimba!, ¡bolsos de Lola!”, grita; me gustaría decirle que las flores de la Rosaleda ya han crecido y que en las aguas del estanque hubo un tiempo en que vivió Margarita, una carpa que pesaba casi 12 kilos.
Camino de la Dirección General de la Marina Mercante pienso que la partida que vamos a jugar es importante. Y no porque Rodríguez Valero sea un ajedrecista aventajado, sino porque nos jugamos que la entrevista pase a formar parte de ese diario que nuestra “Cara del Mar” escribe desde hace años. Un diario donde al final del día resume la jornada con comentarios y dibujos: si se lo ha pasado bien, si el entrevistador era interesante, si mereció la pena o mejor olvidarla. Y es nuestro reto, que no nos olvide, aunque conociendo su perfil profesional y sobre todo humano, es difícil que esto suceda.
“Mi idea es escribir un libro cuando me jubile”, dice con la batería cargada de historias y anécdotas que no dejarán indiferentes. Nosotros vamos a ayudarle a romper la página en blanco de sus memorias con titulares que él mismo, sin darse cuenta, nos ha ido dando en ese encuentro, ya saben, camino de la Dirección General de la Marina Mercante.
“A veces veo Gran Hermano y no sé por qué discuten. Nosotros estábamos más tiempo en un barco y no había esos problemas de convivencia”; “Vivíamos en una jaula de oro”; “La gente necesita un líder en los momentos difíciles”; “Las personas somos esclavos de nuestro ego. Si tú dominas tu ego, triunfas”. Y nos quedamos con la favorita, la que cambia el “yo” por el “nosotros”. “Nadie somos nada sin el otro. Yo no sería nada sin toda la gente que está en esta Casa. No existe el singular”.
Se nos ha olvidado decir a Rafael Rodríguez que en Madrid no hay mar, pero eso ya lo sabe y lo añora quien nació en Gijón, quien es marino de raza y controla todos los mares de España. Aun así, el director general llena estos huecos con sus paseos al atardecer por el Retiro, su particular y merecido recreo.
Su agenda está apretada. Ayer, hoy y mañana. Pero Salvamento Marítimo es la niña de sus ojos, su orgullo y no escatima ningún segundo en hablar de salvamares o de rescates, aunque eso suponga robar tiempo a un senador de cuyo nombre no queremos acordarnos. “La sociedad de Salvamento es fundamental para la seguridad de la vida humana y la lucha contra la contaminación. Su trabajo es extraordinario”, dice alabando a sus operativos por tierra, aire y mar. Y los conoce bien porque los sigue de cerca, como el rescate de los pescadores del Gure Uxua por el Helimer de Gijón o la llegada de pateras, “un sinvivir porque al final sus miradas te penetran”, dice poniéndose en lugar de los marineros.
Aquellos maravillosos años
Todo comenzó un 13 de enero de 2012 cuando la entonces ministra de Fomento Ana Pastor le llamaba a casa para ofrecerle ser director general de la Marina Mercante. En el salón estaba Eugenia, su mujer, y poco más hubo que hablar de lo que no era sino un reto para los dos. Y dijo sí, con un principio muy claro que le ha seguido allí donde ha estado. “Los cargos se ocupan para actuar, no para contentar a la gente. Esto tiene que funcionar”. Y funciona con un Salvamento que está en el punto de mira internacional.
Rafael Rodríguez Valero (“merece la pena conocerle”, dicen quienes ya lo han hecho) podría jubilarse, por edad y por sus años de marino que descuentan, pero no parece que vaya a ser así, dice, recordando como anécdota que es marino por circunstancia. “Iba matricularme en Ingeniera Industrial, pero ese verano navegué con un primo de mi padre y ya lo tuve claro”, subraya.
Estudió Máquinas y comenzó la vida que siempre había imaginado. Sus ojos brillan pensando en aquellos años en los que eran jóvenes y tenían salarios muy por encima de la media. “He ganado dinero y viajado cuando en este país no se viajaba. Soy afortunado”, insiste saboreando lo que la vida le ha dado. Durante el verano español hacían cruceros por el Mediterráneo y en invierno Sudamérica con sus carnavales en Río. “Todo lo que se puede hacer en la juventud. Si tuviera que elegir de nuevo, volvería a estudiar lo mismo”
Lo dice desde los 65 años, pero en las velas de su tarta bien podría poner 26 años, edad en el que recién estrenado como Jefe de Máquinas se vio parado en Medio del Atlántico. “Fue un punto de inflexión. Me di cuenta de la importancia que tenía mi trabajo para la seguridad de la tripulación”.
Navegó durante 14 años, con olas en el Atlántico de 12 metros de altura. En uno de aquellos viajes la gran tormenta se tragó al barco que iba delante. Pero Rodríguez Valero está hecho de otra madera. “Yo siempre tuve una fuerza interior grande de que no iba a pasar nada Y, aunque tenía sólo 27 años, sabía animar a la gente. Había dentro de mí esa seguridad. La gente necesita un líder en los momentos difíciles”.
Y él lo ha sido (dice) y lo es (decimos). Pero con una peculiaridad que le hace ganar muchos enteros: su humildad, extraña para alguien con su cargo. Por eso, camino de la Dirección General de la Marina Mercante, nos gustaría regalar a su titular un proverbio del filósofo francés Michael De Montaigne, que seguro que no conoce, pero que sólo una persona como él puede entender y compartir. “Por muy alto que sea el trono, siempre está usted sentado sobre el culo“. Y al decirlo imaginamos su sonrisa y su risa convertida en carcajada de quien tiene la modestia y la llaneza por principios.
“La vida me ha enseñado muchas cosas, entre ellas la humildad. Si tú eliminas tu ego, triunfas. El ego es el que te pierde. Marina Mercante somos todos”.
Nos apuntamos la lección de quien fue marino y luego profesor y, en cierta manera, psicólogo. Un perfil imprescindible para quien trabaja con personas. “Todos somos personas y tenemos nuestra forma de ser, nuestros puntos débiles y nuestras virtudes y defectos. Hay que sacar siempre la parte positiva”.
Ajedrecista aventajado
Y con esa máxima nos quedamos, la de este marino que no se doblega ante las adversidades, ya sea medidas en olas de 16 metros ya sea en traspiés de la vida. Con esa máxima y con las ganas de saber de dónde viene esa fuerza especial que lo hace distinto. Hasta que llega la respuesta, hasta que Rodríguez Valero confiesa: el ajedrez.
Jugador de nivel que le ha dado una mente privilegiada y una gran capacidad para dominar situaciones complejas. Ha jugado partidas simultáneas de espalda y ahora juego solo, con sus programas que le hacen pensar con calma antes de mover ficha. En el tablero y en la vida real. “El jugador de ajedrez no es primitivo”, insiste. “Primero piensas la jugada, luego mueves ficha y por último paras el reloj. Eso te ayuda a no actuar en caliente”, aconseja quien de elegir, sería el Rey del tablero, “porque así no pierdes la batalla nunca”, ríe. Y nos quedamos con su aviso a navegantes. “En las escuelas debería ser una asignatura. Es fundamental para los trabajos en equipo, porque hay que saber transmitir tranquilidad y dejar que todos jueguen”.
Era nuestra intención ayudar a Rodríguez Valero con su página en blanco, pero es él quien suma y sigue sabias reflexiones que nos apuntamos. “El plural es fundamental. Nadie es nada si dice “yo soy, yo hago”. La vela está ahí porque alguien la soporta”.
Consejos que agradecemos con otros consejos. Porque camino de la Dirección General de la Marina Mercante nos gustaría decir a su director que el Retiro hay un tablero de grandes dimensiones junto a la cabaña de la Asociación “Amigos del Retiro”, en el lateral norte del Palacio de Cristal, realizado en mármol y con piezas de madera de teka, que fue donado por la embajada de Alemania.
Hay tantas cosas que contar a Rodríguez Valero. Y tantas que nos cuente él, como que a los 30 años pasó a trabajar en tierra como inspector de Lloyds Register”s of Shipping, así como inspector de empresa mixta de Chile. Una faceta empresarial previa a su paso a la docencia. Desde enero de 1999 ejercía como profesor titular en el Área de Máquinas y Motores Térmicos, del Departamento de Ciencias de los Materiales y Náutica, Máquinas y Motores Térmicos de la Universidad de A Coruña, formando parte de su Junta de Gobierno y del Claustro, así como director del Departamento de Energía y Propulsión Marina de esta Universidad. Le gustan los retos y éste, trabajar con jóvenes, lo era.
“Yo llenaba las clases, porque hacía participar a la gente. Ellos aprendían de mí yo de ellos. Me aportaban juventud y una visión distinta. Y por eso tengo que darles las gracias”, dice con sinceridad. Y con una memoria privilegiada que recuerda a muchos de sus alumnos, sobre todo a los brillantes. Como Antonio Carlos Ponte, Jefe de Máquinas del SAR Gavia y cuya entrevista acabamos de leer en estas páginas. “Muy brillante”, repite.
La llamada de Ana Pastor
Y de nuevo, como si de una partida de ajedrez se tratara, tocaba mover ficha. Desde hace cinco años, la partida se juega en el Ministerio de Fomento, en la Dirección General de la Marina Mercante. Con el apoyo de su mujer y de hija María dijo sí a la entonces ministra de Fomento, Ana Pastor. Conocía el sector y tenía capacidad para liderar una Casa con un gran papel en un país que mira y vive del mar.
Rodríguez Valero se sabe los datos de memoria y mima todo lo relacionado con Salvamento Marítimo. “¡Cómo no hacerlo cuando se trata de salvar vidas!”, exclama poniendo en valor el operativo en emergencias que ha convertido a la sociedad pública en referente internacional: desde que el barco pide auxilio a la torre de control, el aviso a Capitanía Marítima y a la Dirección general, donde como buen ajedrecista, está en guardia las 24 horas del día. “Es un trabajo impecable”, repite.
Su mujer vive en Torrevieja, su hija en Londres y él pasa la semana en Madrid, con una apretada agenda entre llamadas del ministro, visitas oficiales, inauguraciones y reuniones que “relaja” con sus paseos por El Retiro.
Camino de la Dirección General de la Marina Mercante hay tantas cosas que decirle al director general. Algunas más del día a día, pero no por ello menos importantes (como que cerca de su casa hay un buen sitio para tomar sidra y fabes) y otras más profesionales: que la partida de Salvamento Marítimo sólo ha empezado. Que por tierra, aire y mar, nuestros buques, salvamares y guardamares, aviones y helicópteros, controladores, administrativos y el resto de los 1.500 miembros de esta familia están siempre preparados para mover ficha. Las 24 horas al día los 365 días al año. Como dijo el jugador alemán Emmanuel Lasker, “en el tablero de Ajedrez luchan personas y no figuras“. También Salvamento lo hacen personas. Y Rafael Rodríguez Valero lo sabe. Tiene argumento para su libro… Camino de la Dirección General de la Marina Mercante.
*Próxima semana. Seguimos en Madrid. Es el turno de Néstor Perales, Jefe de Inspección Aérea de Salvamento Marítimo. Un idealista con los pies en la tierra y miles de ideas en la cabeza que contagia a los que trabajan con él. Y si no, espera a leer su perfil, el de un ingeniero exótico que cuando otros van, él ya vuelve.