Revista Informar
Arantxa
Las Caras Del Mar
21 DE NOVIEMBRE DE 2016

Hace 17 años que Arantxa López Fernández <em>navega</em> en su silla de ruedas por <em>la Casa</em>. Fue el mismísimo Stephen Hawking, también desde su silla de ruedas, quien dijo que "la vida sería trágica sino fuera graciosa". Y esta administrativa es graciosa, y hace que la vida de los que le rodean lo sea. Una historia de superación y de valentía ala que hoy ponemos vida.
Maite Cabrerizo
Carmen Lorente (fotografía)
Arantxa. Y al leerlo habrá quien piense que falta el titular. Error, porque sólo Arantxa (ni Aránzazu ni Arancha) lo dice todo. Y al leerlo habrá que piense en sus genes vascos, pero Arantxa no puede ser más del sur, de San Fernando de Cádiz para ser exactos. Así es Arantxa, desconcertante, imprevisible, una desconocida pese a los miles de personas que la conocen, los cientos que pasan cada día a su lado o llaman por teléfono. Sí, no sé si estamos quizá ante la entrevista más esperada, pero seguro que sí la más leída por esa incógnita que encierra estar al “otro lado”. ¿Al otro lado? Al otro lado en todos los sentidos. Y no hablamos sólo de ese mostrador desde el que dirige el “tráfico” en la sede de Salvamento Marítimo ni de esa silla de ruedas desde la que “navega” desde hace 43 años, sino de su vida familiar, de ser la tercera de ocho hermanos, de perder muy joven a su madre y compartir con su padre el cuidado de un hermano con retraso. Pero como dijo el mismísimo Stephen Hawking, también desde su silla de ruedas, “La vida sería trágica sino fuera graciosa”.
Y esta gaditana es graciosa y hace que su vida y la de los que le rodean lo sea. Prepárense para leer una historia de superación, de valentía, de coraje, de amistad, una historia de amor de alguien que como nuestra protagonista está a ese “otro lado”. Hoy, con su permiso, pasamos ese muro invisible para ver la vida con los ojos de Arantxa, como si de un plano contrapicado se tratara. Les adelantamos, no les dejará indiferentes.
Arantxa López Fernández lleva 17 años en Salvamento Marítimo. “Este trabajo fue como un regalo. En 1999 murió mi madre y al momento comencé a trabajar aquí”. Y así se lo toma, como un regalo del que se siente orgullosa. “Cuando veo en la televisión noticias de nuestros equipos, o de rescates, siento una gran felicidad, aunque mi aportación sea solo un granito”, dice con modestia.
Un granito sin el que esta gran maquinaria que es Salvamento no funcionaría igual. Arantxa es la primera persona que uno se encuentra al llegar a la sede de Madrid, en la calle Fruela. Da igual si ha tenido una mala noche, si sus huesos están dañados o hay latigazos de tristeza que son incontrolables. Su sonrisa aparece detrás del mostrador, dispuesta a escuchar y, cómo no, a contar. Eficaz y eficiente; diligente y precisa son sólo algunas de las calificaciones que de ella hacen sus compañeros. Sabe quién es quién, tiene memorizadas las extensiones y no hay documentación que se quede huérfana. Gracias a su filosofía de restar trabajo, al final del día, nada queda sobre su mesa, nada pendiente, nada…
La llegada a Madrid
Nació con espina bífida y a los 8 años su familia (su padre era militar) decidió venir a vivir a Madrid para poder darles toda la atención sanitaria que necesitaban a ella y a uno de sus hermanos que había nacido con retraso. Arantxa pasó dos veces por el quirófano sin suerte. “No es fácil, pero no se echa de menos una vida que no se ha conocido”, explica generosa y sin rencor por no poder caminar. “No me puedo enfadar. No hay culpas. Tengo lo que necesito”, dice sabiéndose libre, independiente en su trabajo, con su coche y sus bastones que apenas puede usar. “Disfruto de otra manera” y siempre, aunque la vida le ponga zancadillas, se levanta.
Como cuando el cáncer le arrebató a su madre y gran amiga. Era demasiado joven. Todos lo eran. Así que no quedó otra que hacerse fuerte y con su padre reorganizar la vida. En esa familia numerosa propia de “Con ocho basta” hay de todo, periodistas profesores, jardineros, empresarios… Hay de todo y todos tienen hueco en ese corazón talla XXL de esta administrativa. “Mi padre Vicente y mi hermano Juan Jesús. Luego está Lourdes, que hace Derecho y Administración de Empresas; mis dos periodistas, Vicente (Chente) y Pablo; Macamen que es la mayor, y es profesora de niños de 14 años. Y Pili vive en Sevilla, profesora de niños de 5 años. En este momento en casa vivimos mi padre y tres hermanos”, explica.
Arantxa se encarga con su padre de la organización de la casa. Todos los meses hacen un plan de comidas y de labores del hogar. Su blog de cocina para personas con impedimentos físicos (http://polibea41.blogspot.com.es/) le ayuda a que no falte nada. Los dos, padre e hija, se turnan en los fogones y ha conseguido modernizarle para hacer la compra por internet. Esa organización es la que lleva a Salvamento Marítimo. Por su mesa circulan papeles que ella custodia con celo y quién sabe la de personalidades que han atravesado esas puertas. Le preguntamos si sabe más por lo que calla que por lo que cuenta y sonríe. Y esa sonrisa no es parte del uniforme, es esa sonrisa que sale cuando se siente.
Los “peros”
Pero como en todos los cuentos, siempre hay peros. Y Arantxa los tiene. Peros de querer dar más en el trabajo, de poder llegar a más, de ser una más. Y lo dice mientras mira las fotos de un rescatador en alta mar o la de una guardamar rescatando una patera. “Si yo pudiera…”, se lamenta. Pero puede, y lo hace. Que ella coja el teléfono, que reciba a las visitas, que gestione esa entrada de Fruela es importante. Para ella y para todos.
De momento, en sus días libres realiza cursos de fotografía, edición de vídeos, de idiomas y hasta zumba. Es la otra Arantxa, la que fuera del horario de trabajo sigue aprendiendo ya sea en clases o de manera autodidacta. También pinta al óleo retratos y, como no podía ser de otra manera para alguien tan unido a Salvamento, escenas en la mar. Son siempre escenas en acción de un mar embravecido. “¿Cómo pintaría Salvamento Marítimo?”. A diferencia de un pintor de salón, para esta gaditana el lienzo de Salvamento sería un mar loco con olas y un rescatador accediendo a un barco. ADN de quien trabaja en esta casa aunque lo haga desde el otro lado. “Si pudiera aportar más”, dice. “Siempre he admirado a mis compañeros, es un trabajo difícil y arriesgado. Es por lo que me merece la pena estar aquí, donde se lucha por la supervivencia de las personas en alta mar, el riesgo que conlleva y ese darse sin nada a cambio, es más a riesgo de jugarse la vida. ¡Son unos héroes!”, dice generosa quien es, con todos los derechos, el Faro que ilumina Salvamento Marítimo.
*Próxima semana. Nos vamos al fondo del mar con Luis Miralles, buceador de primera clase en la Base Estratégica de Cartagena. Aviso a navegantes, si no coge el teléfono, es que está debajo del agua.