Revista Informar
RESCATE AL LÍMITE DE UN PADDLE SURFISTA EN BARCELONA
Las Caras Del Mar
23 DE DICIEMBRE DE 2024
“Apenas quedaban unos minutos de luz y sentía como el mar me tragaba. Sentía que era el final. El mundo se despedía de mí. Barcelona cada vez estaba más lejos y yo me sentía un punto en un mar que se oscurecía. Pero no me iba a rendir”
Maite Cabrerizo
La historia empieza aquí. En esta foto que, a primera vista, no dice nada. Un primer plano de espaldas de un bombero y un mar de fondo. La luz se difumina. El viento se presiente y hasta se siente. Silencio.
Es un plano general. El espectador aún no sabe que, al fondo, en un plano detalle e imperceptible por el ojo humano, hay un joven de 27 años que está en peligro, que se muere, con síntomas de hipotermia y un móvil que, con un 3% de batería, da sus últimos bandazos.
Ampliamos la foto, un poco más, un poco más, y vemos esa luz, diminuta en el infinito. Viene de ese 3% de un móvil que aguanta. Víctor García, el joven deportista, también aguanta, aunque nota el frío y ha llamado a casa para decir que el mar le arrastra. Que no puede más. Sólo oye llantos y las voces de impotencia de padres. Imagina y sufre. ¡Duele tanto! Pero cuelga, necesita el teléfono, ese 3% que le salva.
Son las 17:11h del 7 de diciembre cuando el Centro de Salvamento Marítimo en Barcelona recibe el aviso: un paddle surfista ha perdido el remo y se encuentra encima de la tabla a la deriva enfrente de Port Fórum y las 3 Torres de Besós. Tiene frío y está asustado. En este centro está Alonso Méndez, controlador marítimo; también tiene 27 años. Deja a un lado las emociones y al momento moviliza a la Salvamar Mintaka y al Grupo de Salvamento Acuático de los Bomberos de Barcelona. No era fácil con vientos del nordeste y fuerte marejada.
Según Víctor, “Apenas quedaban unos minutos de luz y sentía como el mar me tragaba. Sentía que era el final. El mundo se despedía de mí. Barcelona cada vez estaba más lejos y yo me sentía un punto en un mar que se oscurecía. Pero no me iba a rendir”. Por suerte, no lo hizo. Así fue su rescate:
El último rayo de sol
Era sábado, 7 de diciembre. El día estaba soleado y Víctor García se animó a sacar su tabla de paddle surf. Deportista, escalador, profesor, experto en nutrición y entrenador personal. Salió de Barberá del Vallés dispuesto a disfrutar de un bonito día. Otro más de esos que regala la mar. Sin saber que éste podría ser “su último rayo de sol”.
“Al principio estaba genial. Llevaba un neopreno de verano y me lo bajé hasta la cintura porque tenía calor. De repente, comenzó a haber rachas de viento, pero no me asusté ya que duraban como mucho 20 o 30 segundos y luego se iban”.
Víctor pensó en aguantar el ataque de las olas y luego acercarse a la costa. Pero el viento no paró. La corriente le empujaba mar adentro. Tranquilo, experimentado, mantuvo la mente fría y sólo pensaba en remar, pero una ola más fuerte le hizo perder el equilibrio. Cayó al agua y el viento se llevó la tabla. “El pánico se apoderó de mí, pues sabía que en aquella situación empaparme significaba reducir significativamente mi tiempo límite antes de la hipotermia. En una fracción de segundo, el tiempo se paró. Nunca en mi vida he decidido algo tan importante en tan poco tiempo. Se me ocurrió intentar nadar hacia la costa. Quizás si buceaba podía evitar la corriente. Quizás si nadaba intensamente podría combatir el frío. Me sentí capaz de llegar a la orilla a nado. Ahora, soy consciente de que si llego a tomar aquella decisión probablemente estaría ahogado en el fondo del mar. La corriente era tal, que habría sido imposible. Habría estado nadando hasta morir”.
Víctor detiene su relato. Le cuesta respirar; le duele recordar. A partir de ahí comenzó una pesadilla difícil de olvidar. “Por suerte”, decidió ir a por la tabla porque sabía que era su única esperanza. “Así que nadé con todas mis fuerzas mar adentro. Nadé por mi vida y así lo creía. Subí y me la até al tobillo”.
También por suerte, el móvil se mantenía en la funda. Con su 8% de batería llamó al 112 para avisar de su situación. Ahora, pasados los días, recuerda ese otro porcentaje de batería que malgastó haciendo fotos, grabando vídeos... Casi no podía hablar, del pánico, del frío que comenzaba a congelarle. Logró mandar su localización. Le tranquilizaron y le dijeron que ya habían salido 2 embarcaciones en su búsqueda, la lancha de Bomberos y la Salvamar Mintaka de Salvamento Marítimo. “Pero yo ya me sentía como a 3 km de la orilla y cada vez el mar se volvía más salvaje. Ya me costaba hasta mantenerme tumbado en la tabla".
Sentía que era el final. Pero no se iba a rendir. Haría lo que hiciera falta. Guardó el móvil en la bolsa estanca, se puso las gafas de natación que llevaba por si acaso, y saltó al agua con intención de nadar hacia la orilla con la tabla enganchada del tobillo. Sabía que en cualquier momento se podría abrir el velcro que le sujetaba a ella y que, si eso pasaba, ya no podría decidir nada más que seguir nadando. “Pero me negaba a morir de frío tumbado en la tabla. Ya estaba chorreando y sentía que con el viento que hacía me iba a congelar antes en la tabla que en el agua nadando. Por un momento dejé de escuchar el ruido del viento y las olas y se hizo el silencio. Por un momento se paró el tiempo y solo estaba yo y el mar. Aunque solo fuera un instante, me sentí en paz”. Pero sabía que era una falsa sensación de seguridad, así que volvió a la tabla. "Llamé a mi madre y le dije que no podía aguantar más, que estaba en las últimas. Me era muy difícil incluso desbloquear el móvil. Lo único que podía hacer era tumbarme intentando que la máxima superficie de mi cuerpo estuviera contra la tabla para mantener el calor a pesar de que cada ola me empapaba, y a la vez sujetar el móvil cubriéndolo con mis manos. Veía como la funda del móvil que me había salvado la vida cuando la tabla saltó por los aires, se acababa de romper”.
Le es difícil recordar sin llorar, sin emocionarse. Llora ahora las lágrimas que contuvo en esa tabla. Hizo una última llamada a Salvamento Marítimo. Al otro lado estaba Alonso Méndez, controlador en el centro de Barcelona. La voz era baja, pero lo suficiente para pedirle de nuevo la ubicación y decirle que la embarcación de Bomberos estaba muy cerca. Lo suficiente para decirle que iban a salvarle. Pero Víctor, con un hilo de voz, gritó: “Están muy cerca de la orilla! ¡Yo estoy mucho más lejos! Justo donde están ahora, pero mar adentro”.
Víctor aún no sabe cómo lo hizo, pero su mente deportista, su entrenamiento diario y su instinto de supervivencia le sirvieron para aprovechar el 3% de batería de un móvil que daba sus últimos coletazos. “Encendí el flash del móvil y me alcé lo máximo que pude moviendo los brazos arriba y abajo para que pudieran verme a lo lejos. No había derramado una lágrima en la última hora luchando por salir de allí. Pero ahora me era imposible no llorar viendo cómo se acercaban a mí”.
Inmediatamente, el grupo de Salvamento Acuático de los Bomberos de Barcelona lo subieron a la lancha y lo arroparon. Le dieron calor y ánimos. Estaba a salvo. En el puerto esperaba la ambulancia. Poco después llegaron sus padres. No hacía falta palabras.
Desde el CCS Barcelona, Alonso se emociona: “En el momento que por radio nos dicen que están viendo un destello de luz que se mueve, y nos confirman que es la persona subida a la tabla, te invade una sensación que con palabras no se puede describir. Diría que es la parte más humana de este trabajo, salvar vidas".
Volver a empezar
“Ponerse límites es fundamental para poder vivir adecuadamente. Siempre me creo más fuerte de lo que soy. Tanto en la montaña, como en el mar. Tanto en el trabajo, como en el amor. Somos humanos, y como tal no podemos con todo. Nunca dudes en pedir ayuda en el momento en el que la necesites, o podría ser demasiado tarde”, dice Víctor ya desde su casa y agradecido a quienes le han salvado la vida. “Yo quiero salvar a gente como han hecho conmigo, es la única manera de devolverles haberme salvado la vida”.
Desde las 17.11h que llegó la primera llamada al 112, a las 17.40h que Víctor estaba a salvo, sólo pasaron 29 minutos. Para Víctor, toda una vida, la que ahora comienza a vivir.
Al otro lado Alonso coge de nuevo el teléfono. Una embarcación con vía de agua. Moviliza a la Salvamar Mintaka. Sus ojos no se apartan de esa pantalla que refleja la mar en tiempo real. Mañana, tarde o noche. Da igual. Su sueño era salvar vidas, ser un ángel de la guarda en la oscuridad. Y ya se está cumpliendo. “Salvamento Marítimo. Aquí Centro de Coordinación en Barcelona. ¿Dígame?