Revista Informar
PABLO VARELA, PATRÓN DE LA SALVAMAR BETELGEUSE
28 DE FEBRERO DE 2024

“Todos los marinos llevamos salitre en la sangre y el mar en el corazón”
Maite Cabrerizo
Lucía Pérez (fotografía)
‘Rescatados dos tripulantes de una embarcación que volcó en la zona de O Seixo en Oleiros' (A Coruña)’ (El Español); 'Rescatan a dos pescadores tras volcar su embarcación en la zona de O Seixo Branco, en Oleiros' (La Voz de Galicia).
El rescate protagonizado por la Salvamar Betelgeuse es titular en todos los medios de comunicación. También su tripulación. Y por supuesto Pablo Varela, su patrón y un referente en el puerto de A Coruña, donde conoce a casi todos los pesqueros y pescadores que faenan en la zona. Conoce y le conocen porque hablar de Pablo Varela es hablar de un héroe. Así lo ven en este pueblo pesquero donde, por desgracia, saben lo que es morir en la mar.
Su último rescate ocurrió el pasado 20 de febrero, cuando un golpe de mar inesperado cogió de lado una embarcación de recreo. “Pensé que no salíamos”, relató Diego, uno de los náufragos, en el programa Voces de A Coruña, de Radio Voz. Pero salieron. “Yo estoy perfecto, solo tengo golpes en la mano y una pierna y algún rasguño. Mi compañero lleva una costilla rota. Gracias a Salvamento Marítimo, que aparecieron en cuestión de tres o cuatro minutos”, aseguró el pescador. Aparecieron Pablo, Alfonso y Leonel.
Historia de un malpicano
Pablo Varela suma así un rescate más en su largo currículum. Un rescate con nombres y apellidos “porque aquí, en Coruña, nos conocemos todos. Vivos o muertos, les ponemos nombre. Conocemos a la gran mayoría. Duele, te afecta, pero hay que seguir adelante. Lo llevas en el ADN”, explica sabiendo qué supone para las familias recuperar los cuerpos. “Que tengan dónde llevar flores”. La gente de mar es así. Y Pablo es gente de mar.
Nacido en Malpica, en la Costa de la Muerte, sólo se podía dedicar al mar. Su padre fue pescador y siempre fue su medio de vida. Primero en pesqueros (de cerco) y luego de bróker en una lonja durante siete años en la subastaba del pescado. “Un trabajo muy estresante”. Y lo dice el mismo que reconoce que por sus venas “no corre sangre, sino salitre”. De día, de noche, sardina, anchoa. Gritando los precios, controlando el mercado, vigilando al contrario, anotando las pujas. “Llegué a gastar un boli Bic en una semana. Se lo digo a gente y no se lo cree. Yo iba apuntando las ventas de todos los barcos. Llegamos a facturar 1.000 millones de las antiguas pesetas en un año en un pueblo como Malpica. ¡Impresionante!”.
"Es importante para las familias recuperar los cuerpos de los suyos. Que tengan dónde llevar flores”
Pero lo dejó. Era un hombre de mar adentro y necesitaba navegar. Sentir el oleaje cada día. Y como no podía ser de otra manera, hizo el servicio militar voluntario por la Cruz Roja de Mar. En cuanto tuvo la primera oportunidad embarcó en Salvamento Marítimo para hacer una sustitución. Año 2002. Y aquí sigue, embarcado. Pese a los temores de su madre, que conocía de cerca las tragedias.
Hundimiento del Os Tonechos
Noviembre de 1991. En su mente queda grabado el suceso de pesquero Os Tonechos en el que los nueve tripulantes del puerto de Malpica se hundieron durante la noche a unas cuatro millas de tierra, en la Costa de la Muerte. “Fue un antes y un después en el pueblo. Algo que forma parte de la memoria colectiva”. Que el tiempo no puede borrar. El Os Tonechos era un pesquero de 18 metros de eslora con medio año de vida. Viajaban Antonio, el armador, con su hijo del mismo nombre. “Hacía poco que había dejado de estudiar para seguir los pasos de su padre en la mar. Ellos navegaban como a una hora y media por delante. Fuimos nosotros quienes nos encontramos con el naufragio. Vimos que faltaba la balsa salvavidas y teníamos la esperanza de que estuvieran en ella". No fue así. Pasada más de una hora se localizó la balsa en tierra, varada, sin nadie a bordo. Poco después de encontró el primer cadáver en la playa. Cuatro se los tragó la mar”. Su voz se debilita, pero “hay que seguir, es nuestro medio de vida y nos gusta”.
Llegada a Salvamento Marítimo
En el año 2002 entró por fin en Salvamento Marítimo. Una baja de 15 días en A Coruña que pasaron a ser meses. Y después años. Y de una Salvamar, la Torre de Hércules, que luego serían la Salvamar Alcor (Llanes), Salvamar Tenerife (Tenerife Sur), Salvamar Bentayga, en Fuerteventura o la Salvamar Dhube en Coruña, que fue sustituida por la Mirfak, de la que guarda sus mejores recuerdos. “Aún la tengo cariño. Viví emergencias muy fuertes”. Después, fue él mismo a Navia a recoger de los astilleros la Salvamar Betelgeuse que hoy navega.
Su mirada vuelve a la Mirfak y a aquel pesquero llamado Cordero. Enero de 2008. Otra tragedia más en la que falleció un tripulante y cuatro desaparecieron. Sólo tres pudieron ser rescatados con vida. Pablo Varela pudo rescatar al patrón. Pensaban que estaba muerto. Sin embargo, la rapidez de respuesta y la suerte, que también cuenta, permitió encontrarlo con vida. Resultó ser de Malpica, vecino de su pueblo. “Entonces no había los medios que hay ahora”, subraya Pablo, en referencia a los medios con los que cuenta ahora Salvamento Marítimo por tierra, mar y aire, y que lo convierte en un referente internacional. La radiobaliza saltó a las 2 de la mañana.
Pablo no necesita consultar los datos. Los tiene en su cabeza, como si fuera ayer. “Llegamos a la zona, pero debido al temporal no pudimos regresar con el náufrago hasta las 8 de la mañana. Decidimos salir de nuevo, había que encontrar al resto, pero fue imposible”. Acabaron yendo a Cariño, a esperar que mejorara la mar, pero era imposible dormir. “Le voy a dar la razón a Ancelotti cuando dice que la adrenalina es nuestro alimento”. Aún hoy, cuando se encuentran al patrón en el puerto, pese a los años que han pasado, “se viene abajo”.
"Le voy a dar la razón a Ancelotti cuando dice que la adrenalina es nuestro alimento”
Es padre de dos hijos: Clara, de 16 años, y David, que sigue su estela y está a punto de empezar la carrera de Náutica. Y aunque no lo dice, le enorgullece. “Ni su madre ni yo le hemos influenciado, pero el año pasado ya fue al mar a la pesca de la anchoa. Está loco de contento y quiere volver. Accidentes siempre puede haber, pero ahora hay buenas embarcaciones”.
Llega un aviso del Centro de Coordinación de Coruña. “Buena gente”, dice Pablo, que no tarda en dar respuesta”. Es curioso, como todos me conocen, muchas veces en vez de llamar al centro me llaman a mí personalmente. Y aunque sea de noche, no protesta. Va en su ADN. “La gente que no tenga vocación es mejor que no venga, porque esto te tienen que gustar. ¡Y mucho! Es una forma de vida".
Pregoneros en su pueblo
Entre las desgracias de la profesión, hay muchos motivos de alegría que dan sentido a su día a día en la mar. Como cuando fue elegido pregonero en las fiestas de su pueblo. Era 2019. Y entre risas desvela que cambió el discurso que le dio el concejal de turno porque lo que tenía que contar, lo que quería contar, lo llevaba grabado a sangre. Lo preparó con su mujer Begoña y una vecina. En el acto estuvo acompañado por los tripulantes Joan, Modesto y Martín. Lloró el pueblo y aún se dice que fue el pregón más bonito que se ha escuchado nunca. Un reconocimiento a Salvamento Marítimo que emociona. Así rezaba su discurso:
"Un trabajo difícil y duro pero muy gratificante. Saber que aportamos nuestro granito de arena para que nuestros marineros puedan realizar su trabajo con mayor seguridad, compensa el riesgo al que nos enfrentamos en ocasiones y el malestar de nuestras familias en cada intervención, porque somos todos pescadores y llevamos el salitre en la sangre y el mar en el corazón”.