Revista Informar
“Los tripulantes son mis manos y mis ojos en el barco"
Las Caras Del Mar
14 DE OCTUBRE DE 2024

Helena Hakime, jefa de Área- Inspectora, es la 'doctora' ' de las unidades marítimas en Las Palmas
Maite Cabrerizo
El día 18 de mayo, el buque Heroínas de Sálvora, el mayor de la flota de Salvamento Marítimo, iniciaba su singladura desde Bilbao hasta el puerto de Las Palmas, en Canarias, donde sería presentado en sociedad. Dentro, una marinería nerviosa, emocionada, elegida para tripular el moderno remolcador de altura especializado en salvamento humano, remolque, extinción de incendios y salvaguarda de los ecosistemas. El primero equipado para operar con drones en búsquedas en la mar. Junto a la tripulación, navegaban el “padre de la criatura”, Juan Vasco, y una inspectora responsable de supervisar su funcionamiento, de testar y asegurar cada equipo. Su nombre, Helena Hakime. Ingeniera técnica naval. 45 años.
Pero, como si de una película se tratara, hagamos un flashback a Las Palmas, a mitad de los años ochenta. Volvamos la vista atrás y miremos a aquella niña que cada domingo iba al puerto para poder estar con su padre. Él es Víctor Hakime, de origen libanés católico y comercial de combustible y lubricantes marinos. Muy conocido y querido en la época del boom del sector náutico. Y mientras el padre trabajaba, Helena saltaba de barco en barco, cientos de barcos abarloados en filas de hasta cinco. Saltando de uno a otro en aquellos mágicos días en los que sólo jugaba con barcos. Su hermano, maquetista, se los construía. Juguetes de niña que hoy se han hecho realidad.
Porque volvemos de nuevo al presente. A la llegada del Heroínas de Sálvora al Puerto de Las Palmas el 23 de mayo. A esa presentación oficial el pasado 5 de julio en la que el ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, aseguraba que “se trata del mejor buque de la flota de nuestro país destinado a garantizar la seguridad marítima y luchar contra la contaminación en nuestros mares”.
Helena Hakime, mezclada entre el público, asiente con la cabeza. Está feliz y seguramente se pellizca para comprobar que lo que está ocurriendo es real. Que ese buque con sus 82,35 m de eslora y 18 de manga no es una maqueta. Que no es un sueño. Que la inspectora responsable de que todo esté en perfecto funcionamiento y listo para zarpar (junto al resto de la tripulación), ¡es ella! Su singladura acababa de empezar.
“Para mí fue muy emocionante. Sólo me salen palabras de agradecimiento y orgullo por poder estar en este momento”. Es la palabra que más repite: orgullo. Orgullo por los barcos, por las tripulaciones, por la familia de Salvamento Marítimo “que realiza esta maravillosa labor de salvar vidas”. Y eso a Helena, criada entre gente de la mar, le conmueve.
La ‘doctora’ Hakime
Dicen que lo que es para ti, te encuentra. Como ha encontrado a Helena. Hakime en árabe significa doctora, que es la labor que en definitiva hace esta inspectora, cuidar de la salud de las embarcaciones de Salvamento Marítimo.
Ingeniera técnica naval y licenciada en Máquinas Navales (esta última licenciatura la obtuvo años más tarde, porque siempre quiso navegar), Helena comenzó reparando en Marsella grandes embarcaciones en el astillero. Allí comprobó la dureza de un trabajo en un sector en auge. Era, junto a su jefa, la única mujer. “Les chocaba tener una mujer reparando barcos, pero nunca tuve ningún problema. Había mucho respeto y mucha profesión y me sentí siempre muy arropada. También en Salvamento Marítimo estoy arropada”, dice rotunda. Todavía recuerda aquel día que, trabajando para una gran empresa de servicios, tuvo que inspeccionar un barco. Su homólogo era japonés. “Cuando me vio, me miró de arriba abajo y me dijo que estaban esperando a un hombre, no a una mujer. Le dije que era lo único que había disponible en Canarias”. Hubo risas y un gran trabajo, el que siempre lleva la firma de Helena Hakime.
Después de Marsella regresó a Las Palmas. El trabajo no faltaba en un sector que crecía por momentos. Asegura que tuvo suerte, pero la suerte viene acompañada de profesionalidad, empatía. Porque Helena es como un barco que deja estela. Incluso en Salvamento Marítimo, aunque aún no formara parte de esta Casa. “Era 2011. Estuve tres años inspeccionando barcos y dio la casualidad de que me tocó revisar el buque Miguel de Cervantes, el Punta Salinas y la Guardamar Talía. Se portaban estupendamente”, indica, haciendo un guiño a sus tripulaciones. “Era maravilloso ver cómo mimaban sus barcos. Fue mi primera relación con Salvamento Marítimo, sin imaginar que algún día trabajaría allí”.
Sin caer en el tópico de ¿a quién quieres más?, Helena guarda un gran recuerdo de la Guardamar Talía, a la que inspeccionó durante dos años seguidos nada más salir de construcción. “Y ahora soy su inspectora, pero ya como personal de Salvamento Marítimo”. Helena generaliza ese cariño a toda la flota “porque las embarcaciones son mis niñas bonitas. Pasamos muchas horas juntos y eso une y te convierte en cierta manera en una familia”.
La crisis en la construcción naval le hizo replantearse su vida y. animada por su marido Gabriel, jefe de Máquinas en un buque, acabó la licenciatura que le permitió navegar. ¡Su sueño! “Le conocí cuando trabajábamos en uno de los barcos que yo inspeccionaba. Era su jefa y él dice que sigo siéndolo”, se ríe agradecida porque fue esa licenciatura la que le permitió por fin navegar. Pero también le abrió otras puertas. La de la docencia y las de Salvamento Marítimo.
Las 'casualidades' de Helena
Durante casi tres años trabajó como profesora en el Instituto de Formación Profesional Marítimo Pesquero de Las Palmas. “La experiencia fue muy buena y ahora hay alumnos que están en las embarcaciones de Salvamento”, cuenta feliz de esta coincidencia. También su nombre se hizo un hueco en las aulas. “Lo que hacía es que ellos dieran la clase realmente. Yo era sólo una guía. Me gustaba preguntarles y llevarlos a tesituras reales de las que se van a encontrar en los barcos”.
También, un día, cosa de las casualidades que persiguen a Helena, decidió entrar en LinkedIn. Y ahí estaba el anuncio, esperándola. “Salvamento Marítimo necesita cubrir un puesto de jefe de Área de Inspección de Unidades Marítimas para el servicio de Flota Marítima de la Sociedad en Las Palmas”. Entre las funciones estaba ser responsable en la zona de competencia de toda la flota desplazada en dicha zona, la relación con los fabricantes, astilleros, talleres, planificación y gestión de varadas y reparaciones a flote de las unidades y un largo etcétera.
Y llegó la ansiada llamada y llegó el 1 de abril y su entrada a Salvamento Marítimo, aunque para ella era como un déjà vu porque de alguna manera siempre estuvo allí. “Las tripulaciones me facilitan mucho la labor porque cuidan con mimo su barco, para que estén operativos en cualquier momento. Gracias a ello podemos llegar a tiempo a las emergencias”, subraya. Se nota su complicidad “porque son mis manos y mis ojos aquí dentro. Son un pilar importantísimo porque es un trabajo en equipo”. Y en ese engranaje para que todo funcione, Hakime tiene palabras para toda la flota. No falta nadie. Desde el capitán al electricista, pasando por cocina, donde se reúne la familia. La lista de nombres es larga; la nota, podemos asegurar, muy alta.
“Estoy en el lugar que me gusta. He encontrado mi sitio”. Un sitio ‘naranja’. Y no es casualidad. Salvamento era para ella y la ha encontrado.

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