Revista Informar
LOS HERMANOS BORONAT, NAVEGANTES VASCOS EN SALVAMENTO MARÍTIMO
Las Caras Del Mar
07 DE AGOSTO DE 2025

Gorka es capitán en el Clara Campoamor; Jon, marinero en la Salvamar Antares. Les separa una generación, pero comparten una vocación: salvar vidas
Maite Cabrerizo
Dos hermanos vascos y navegantes comienzan a trabajar en una sociedad dedicada a salvar la vida humana en la mar. Uno lo hace desde un buque grande; el otro, desde uno más pequeño, pero con el nombre de una estrella supergigante roja. El primero, el hermano menor, es capitán; el segundo, el hermano mayor, marinero. El primero dice del segundo que “es feliz con lo mínimo, no se complica la vida y siempre está contento, ajeno al ruido, validación y falsas necesidades a las que tanto somete la sociedad actual”. El segundo se vale de una metáfora deportiva: “De mi hermano pequeño admiro su determinación y estoicismo a la hora de afrontar el día a día. Es un corredor de ultradistancia de la vida”.
Son distintos, pero muy iguales en principios básicos como la lealtad, la profesionalidad y la vocación. Pertenecen a generaciones distintas, les separa casi una década, pero, cuando hablan de su trabajo, de Salvamento Marítimo, entonces las distancias se acortan. Las Caras del Mar ha unido a los hermanos Boronat en esta entrevista. Jon en Mahón (Menorca) y Gorka en Cartagena o donde el buque naranja le lleve. El primero, el mayor, a bordo de la salvamar Antares; el segundo, Gorka, en el puente de mando del Clara Campoamor. Y entre la conversación de cómo llegaron a Salvamento y su trabajo en esta Casa, hablan de ese esperado encuentro en verano y de cómo están los aitas (padres).
Gorka, el niño que miraba con los prismáticos
Empieza Gorka, con aquellos recuerdos de niño en Donosti, mirando con los prismáticos por la ventana los barcos que salían de Pasajes. Pero no habla de motores ni de potencia, sino de “la forma de los barcos, del casco, de esas líneas tan bonitas y aerodinámicas”. Jon le escucha. Le conoce muy bien y no le sorprende que su hermano sea un poeta. “Al final, lo que era una afición infantil, por decirlo de alguna manera, se convirtió en vocación y finalmente en profesión”, sentencia Gorka.
Cuando le preguntan el porqué de esta profesión, la respuesta de Gorka es clara: le gusta el mar. De los cursillos de vela de chaval en Donosti, pasó a cumplir con el servicio militar en el barco que más navegaba de la Armada. Tenía 18 años, estaba a las órdenes de un capitán que contaba con él, al timón de un barco de 10.00 toneladas en un mundo de adultos. Mientras, sus amigos se divertían en discotecas, bares…
“Pude comprobar lo que era de verdad la navegación, la vida marítima. Creces como cinco tallas más y eso me marcó”. Empezó desde abajo. Sacó las titulaciones en la Escuela Náutico Pesquera de Pasajes, Patrón de puente, Patrón mayor de cabotaje. Como resultaba difícil en ese momento encontrar embarques, estudió también Mecánica, lo que le abrió la puerta a Salvamento Marítimo. “Fue determinante. No me considero mecánico. Me considero engrasador y de los malos — dice con modestia —. Lo mío es puente y cubierta. El paso por Máquinas fue más para poder meter el pie en un barco”.
Fue un profesor, de esos que marcan, el que le habló de una plaza en Salvamento Marítimo en la que pedían tener la doble titulación de patrón y mecánico. Estaba colgado en la corchera. “¿Esos barcos naranjas?”, preguntó Gorka. Al día siguiente estaba en un autobús camino de Madrid. En marzo de 2000 firmó su contrato.
De su paso hasta llegar al Clara Campoamor recuerda muchas experiencias y, sobre todo, personas como el capitán del SAR Mastelero Tomás Tejedor, “una de las personas en las que me he fijado mucho. Yo quería ser como él, tenía un buen ejemplo”, dice con cariño infinito. Porque las emociones también se cuentan. Quizás fuera la figura de Tomás la que le empujó a seguir creciendo, a conseguir llevar el mando de esos barcos que veía desde niño en su ventana. A posteriori, sacó la carrera de Náutica y subió en el escalafón: ¡Capitán Gorka Boronat!
Pero si alguien piensa que este título marca distancias, se equivoca. Porque para Gorka, el orgullo no reside en las palas, sino en ser buenos profesionales, cada uno en su puesto. Por eso para él la tripulación es tan importante. Llegaron después el SAR Gavia, el buque Punta Mayor y luego el Clara Campoamor. Le gusta su vida, una vocación que es profesión y que comparte con su hermano mayor. Fue Gorka el que animó a Jon a presentarse en Salvamento Marítimo.
Jon, a bordo de la Salvamar Antares
Jon, de Donosti y de Menorca. Mahón fue amor a primera vista. Tenía 19 años cuando voló a Menorca con un amigo del barrio. A pasar las vacaciones, a hacer un poco de pesca submarina. Fue un antes y un después. Conoció el mundo del buceo, la navegación a vela. El éxito que tenía en estos deportes no lo tenía, sin embargo, en su carrera de gestión empresarial. Se ríe. Es transparente como la mar en la que trabaja. Hasta los 30 años fue un verso libre haciendo lo que más le gustaba. Regatas, transporte de barcos, travesías. Sacó los títulos para ser instructor de buceo, hasta que la realidad y las obligaciones de adulto se le vinieron encima. En 2005 hubo en Salvamento Marítimo una ampliación de tripulaciones en todas las salvamares. Jon ya conocía a la gente de la Antares... y hasta la fecha.
“Que Gorka estuviera ya en Salvamento Marítimo me animó a dar el paso. Ya le había visitado en la Salvamar Orión, conocía el trabajo”. También Jon hizo el servicio militar como buceador en el portaviones Príncipe de Asturias. Cuando entró en Salvamento, Gorka llevaba 4 años allí. “Los aitas están encantados de nuestro trabajo. Los únicos peros llegaron de las abuelas, que no les gustaba que saliéramos al mar con mal tiempo”.
Aunque no han coincidido en ninguna campaña, saben el uno del otro. Se llaman, se consultan y piden consejo, se cuentan sus ‘historias’, que no son pocas. Por eso Jon habrá oído a Gorka contar aquella aventura en el buque María Zambrano, cuando era Segundo Oficial. Era 2009. Tuvieron que dar remolque a un mercante que se había quedado sin propulsión en la zona de Trafalgar y a pesar de que tenía largadas las dos anclas, derivaban para la costa. La emergencia se complicó. Había mucho viento, mala mar y, “como siempre”, era de noche. “Yo tuve la suerte de estar en el Puente dando apoyo al capitán, pero los tripulantes de cubierta rodaban de una banda a otra. El agua los llevaba como si fueran trapos. Es algo que se te queda grabado. No me queda duda de que nadie habrá olvidado ese servicio”, dice. “La cubierta de un remolcador es uno de los lugares más peligrosos del mundo”.
En 25 años en salvamares y buques ha habido un poquito de todo, pero Gorka Boronat se queda con el factor humano. Que tiemble la Inteligencia Artificial, porque Gorka sabe poner en valor a cada tripulante. Y recuerda el hundimiento de un pesquero en el que habían desaparecidas dos personas. Fueron con el Clara Campoamor, primero a encontrarlas y luego, tristemente, a recuperarlas. Además de sus funciones principales, este buque está equipado con equipos de buceo y un vehículo de inspección submarina (ROV) para operaciones de rescate y salvamento marítimo. “Localizamos los cuerpos a unos 150 metros de profundidad con el ROV. Se valoró la posibilidad de que bajaran los buzos, pero, con gran ingenio y la buena mano de los tripulantes del barco, se preparó en media hora una cesta con una serie de artilugios para que el ROV pudiera meter los cuerpos dentro de las cestas y subirlos hasta el barco sin tener que poner en peligro a nuestra gente. Me llamó la atención que tienes un barco con un sistema de posicionamiento dinámico y un equipo de ROV que cuesta mucho dinero, pero el otro 33% era la tripulación, la que buscó una solución que funcionó. Y ahí te das cuenta de que además de la tecnología, la profesionalidad de la gente es muy importante”.
Es trabajador, generoso en halagos que no regalan los oídos, que son verdad. Jon escucha en silencio, con respeto a ese hermano menor al que admira. Para Jon también sus compañeros en la Salvamar Antares, donde lleva toda una vida, son muy importantes. Es su turno de recordar algunas de esas emergencias que le han dejado marca. Se queda con dos evacuaciones médicas. En una de ellas, cuando sólo había un marinero en la lancha, le tocó subir a bordo de un yate. El capitán estaba muy mal. La gestión en inglés con el Centro Radio Médico, seguir sus instrucciones, encamillarle… Jon no es doctor de carrera, pero seguramente que en la memoria de aquel capitán quedará vagamente el recuerdo del doctor Boronat. “Es de esas veces que dices, aquí sí hemos salvado la vida a alguien”, dice. No es doctor, pero su afición por los deportes náuticos, por el buceo, le han dado conocimientos que son un valor añadido para cualquier embarcación en la que esté.
“Yo entré en Salvamento Marítimo por vocación. Meapetecía este trabajo porque estar de guardia conlleva un puntito de aventura, de incertidumbre y eso a mí me gusta. Cuando el teléfono suena por la noche siempre te preguntas a dónde vas. Puede ser una cosa nimia, pero puede ser algo grande, una aventura que alucinas y a mí eso me gusta”. Gorka asiente, conoce bien a su hermano, aficionado a la práctica de la escalada deportiva y la marcha por la montaña. “Todos los años se escapa al Pirineo. De joven hizo mucha vela de altura y ha cruzado el Atlántico a vela. Profesionalmente está muy enfocado a la seguridad, es muy meticuloso. Yo lo achaco a su pasado como instructor de buceo y a la afición a deportes de riesgo como la escalada”.
Los dos hermanos tienen profesión y vocación. “Cuando me preguntan si no tengo miedo a que el barco se hunda,yo siempre digo que no, que son barcos muy buenos, muy bien preparados y en la mar no te va a crear un problema ni hundirte —afirma Gorka —. Sí puedes tener un incendio y eso me haría menos gracia”. Para él, haber llegado desde abajo a capitán de este barco “es una maravilla”. Y vuelve a salir esa vena de poeta al describirlo. “El Clara Campoamor es un barco de diseño noruego. Son muy nobles, maniobras con gran facilidad, y con mal tiempo se comportan fantásticos. Son muy buenos y trabajar aquí es una suerte”.
¿Orgullo? No de ser el capitán, corrige con rapidez, sino de ser una pieza más de este gran buque. “Todos tienen que estar orgullosos, independientemente del puesto en el que estén y en la unidad en la que estén”. El Clara Campoamor navega con 16 tripulantes y una alumna. Para Gorka Boronat, la clave de la convivencia es el respeto de tres maneras: el respeto al trabajo del compañero, el respeto al espacio del compañero y diría también el respeto a las ideas del compañero. “Sólo así la convivencia es posible”, asegura. Y pone un ejemplo: “En multitud de buques mercantes conviven ucranianos y rusos. Cuando estás en el barco, estás en el barco y lo de fuera, queda fuera. Además, este trabajo es muy especial y te lleves bien o mal, en un momento dado, tu vida va a depender deun compañero”.
En el caso de Jon, en la salvamar, es distinto. Cada día duerme en casa, pero por cómo es, nadie duda de que en salvamar o en buque, es el compañero perfecto. “Es muy meticuloso”, dice Gorka. Y muy organizado, se le da muy bien la cocina”. Jon aclara: “Solo fue un experimento vital. Un coqueteo. No tiene nada que ver con un barco. Le falta aventura y le sobra estrés y calor”.
A Jon se le ve. No piensa en competir, sino en colaborar. Por eso la Antares respira tanta paz. Y esa paz se traduce en profesionalidad. Es la imagen de un Salvamento Marítimo que, como dice el capitán del Clara Campoamor, “es inmejorable. Yo creo que hay pocos que lo igualen. Puede parecer pedante, pero a nivel mundial, que una unidad como el Clara Campoamor en menos 20 minutos pueda atender una emergencia o una Salvamar garantice que los de 365 días al año pueda estar en marcha en un tiempo de respuesta de 20 minutos, también por la noche… ¡me quito el sombrero!”
Dice un proverbio japonés que “un barco que tiene cien marinos, puede subir una montaña". Si conocieran a Jon y Gorka, cambiarían el refrán por “Un barco que tiene a los hermanos Boronat, puede subir cien montañas”. No son los hermanos Pinzón, pero su Pinta (Clara Campoamor) y su Niña (Salvamar Antares) son ya historia. Y ellos son, por derecho propio, sus verdaderos protagonistas.