Revista Informar
LOS GENES DE LAS HEROÍNAS DE SÁLVORA NAVEGAN EN LA SALVAMAR SARGADELOS
Las Caras Del Mar
09 DE ENERO DE 2025
Los hermanos Gonzalo y Ángel González, nietos sobrinos de Josefa Parada, son patrón y mecánico en la embarcación de Ribeira
Maite Cabrerizo /Lucía Pérez (fotografía)
Si la casualidad no nos hubiera llevado a Ribeira… hoy no estarías leyendo este reportaje. Pero las casualidades no existen; las cosas pasan porque tienen que pasar. Como tenía que pasar que los hermanos Gonzalo y Ángel tuvieran una Cara del mar al alimón: una entrevista compartida, porque resulta muy difícil separar su vida y su trabajo. Patrón y mecánico en la Salvamar Sargadelos, juntos suman en una embarcación que se enfrenta cada día a la Costa de la Muerte; que Salvamento Marítimo, ¡que ellos! convierten en Costa de la Vida.
Tampoco es casualidad que su historia esté ligada a las Heroínas de Sálvora. Son nietos sobrinos de Josefa Parada, una de las cuatro mujeres de la isla de Sálvora y que el tiempo ha convertido en leyenda. El 2 de enero de 1921 las jóvenes rescataron a 58 personas en el naufragio del barco correo Santa Isabel en 1921.
Se dice que la sabiduría entra a través de las puertas de la humildad. Y en la Sargadelos hay mucha humildad, y mucha sabiduría.
“He navegado con muchos patrones y todos buenos, pero sin duda mi hermano Gonzalo es el mejor. Con mal tiempo surfea las olas. Un servicio con temporal con Gonzalo lleva siempre media hora menos. Da mucha seguridad”, asegura Ángel González Parada, mecánico en la Sargadelos y hermano mayor del patrón. El respeto es mutuo. Gonzalo define a Ángel como mecánico y como compañero: “Es un buen profesional, muy comprometido, y eso para mí como patrón es importante. En cubierta se desenvuelve perfectamente, hace lo que haga falta, lo que se necesite. Siempre está disponible. Tiene un alto grado de motivación y eso en una emergencia es vital”.
Los dos ser ríen, pero los dos hablan desde el corazón. Detrás de ello queda un reguero de emergencias al límite que han dado no pocos titulares. Algunas individuales; otras compartidas como las del trimarán Interaction, de la regata Route du Rhum. Era noviembre de 2022. “Salvamento Marítimo rescata al francés Erwan Thibouméry en "condiciones extremas", titulaba el diario Marca. La visibilidad era nula, el viento SW 30-50 nudos, con mar arbolada.
“Veo las rocas acercándose, el trimarán golpea una meseta rocosa en el lado de babor, luego el casco central, las olas sumergen todo el barco y corro peligro de ser arrastrado por una ola o de lesionarme por una rotura material de la embarcación. El agua sube por el casco central...", escribiría después Erwan Thibouméry. Pero no estaba solo. En esa larga noche, interminable e infernal, estaba la tripulación de la Salvamar Sargadelos y el helicóptero Helimer 402. En esa emergencia durante toda la noche, con fuertes rachas de viento de hasta 50 nudos, estuvieron los hermanos González. Dijo Erwan que, “en varias ocasiones, los rescatistas corrían peligro por su vida, revolcados en las olas, azotados por una lluvia muy violenta”.
Gonzalo y Ángel lo recuerdan. Esa lluvia, esa impotencia al creer que lo perdían. Pero en ningún momento bajaron la guardia. Profesionalidad las 24 horas los 7 días de la semana. Porque ambos reconocen que el salvamento se lleva dentro, como se lleva dentro la mar. Como se lleva ser nietos sobrinos de una de las Heroínas de Sálvora, Josefa Parada. “Mi abuelo Pepe era hermano de Josefa Parada”. Con esos genes, sólo podía salir gente de mar: abuelos, padre, tíos, amigos marineros, armadores…. Se han buscado la vida en la mar.
Los genes de Pacucha
Gonzalo recuerda sus inicios en la pesca con otro de sus hermanos, el mayor, y armador. Eran otros tiempos, muchos meses y muy lejos de casa, recorriendo los siete mares: donde hubiera pesca, estaba. Tenía 16 años cuando embarcó por primera vez, durante unas vacaciones. Igual que Ángel: fue un verano, acababa de cumplir los 17 años. Ya no bajaron, ni siquiera en los malos momentos, eso en los que la familia necesita estar junta.
A Gonzalo le pilló muy lejos de casa cuando su hermana murió de una manera trágica. Noticias tristes que asumió en su camarote, como pudo, sabiendo que a miles de millas les echaban de menos. Eran 8 hermanos y una madre valiente, viuda desde muy joven. Pacucha. Francisca Parada. Quizá el reportaje debía empezar por ella. Por esa mujer redera que a los 46 años se quedó viuda con 8 hijos. “Es una campeona. Tuvo que tirar ella sola con todos”, dicen al unísono sus hijos.
Pacucha es un buen ejemplo para seguir: tesón, honradez, valentía, compromiso... la mejor herencia que los hermanos han podido recibir. A sus 84 años, como si fuera un regalo, Pacucha los ve ahora ir juntos y volver juntos. Antes no, antes era distinto. Antes embarcaban rumbo a Mozambique, Pacífico, La Antártida, Tánger, Francia… Pero la vida en Ribeira seguía sin ellos. Vida de buenas y malas noticias, vidas paralelas… hasta que llegó Salvamento Marítimo.
Llegada a Salvamento Marítimo
Primero fue Ángel. Era 2002. “Acababa de dejar el atún y estaba en casa de vacaciones. Un compañero me avisó que Salvamento Marítimo necesitaba mecánicos”. Fueron sus inicios en Llanes. De allí a Mahón (Menorca), a la salvamar Antares y luego a la Mirfak. Sus recuerdos son siempre en positivo, bonitas palabras para los compañeros, para los patrones, de quienes siempre aprendió. Agradecido en cada campaña. Los dos años siguientes los pasó en la primera salvamar itinerante, la Alonso de Chaves, recorriendo la geografía española, sumando experiencia y gente en su currículum, compañeros que suman. “Recorrimos toda España, donde hiciera faltar. Fue la experiencia muy bonita porque fuimos a muchos puertos y eso enriquece. Pongo cara a muchos compañeros y, además, navegar en distintos mares te da una gran experiencia”. Ángel se conoce todos los temporales. Hasta llegar a Ribeira. Fue en 2007 cuando se abrió esta base y cuando él tuvo a sus 2 hijas.
Gonzalo llegó una semana más tarde. Después de años fuera de casa, envió su currículo a Salvamento Marítimo y la voz de Ana Layos (no hay una cara del mar que no tenga a una compañera de Recursos Humanos detrás), le ofreció una plaza de patrón en una unidad de Salvamento Marítimo. “Yo le dije que sí, claro. Pero me comentó que había un pequeño problema por la lejanía: el destino era en Ceuta. “¿Problema! ¡Ninguno! Donde hiciera falta, Sin pensarlo arranqué el coche e hice el camino por Portugal. Fue un cambio de vida. Estuve seis meses en la salvamar Puntal”.
Y como su hermano Ángel, de él sólo salen palabras de agradecimiento. Era, como dice un “nuevo mundo” donde “todo era aprendizaje”. No lo tuvo fácil. En su historial quedan emergencias como el hundimiento del Pepita Aurora. Era un 5 de noviembre de 2007. El pesquero naufragó a unas 14 millas de la costa de Barbate (Cádiz) cuando regresaba de faenar en Larache (Marruecos) con 16 tripulantes a bordo. Fallecieron 8 marineros. Se buscaron los cuerpos porque Gonzalo sabe lo importante que es para la familia de pescadores encontrar a los suyos.
Todo sumaba en su día a día. Optimismo, disposición, agradecimiento... “No me aburría. Todo era nuevo para mí”. Como la vigilancia que tuvieron que hacer tras el hundimiento también ese año del “New Flame” en Gibraltar, tras colisionar con el petrolero Torm Gertrud. “Teníamos que controlar para que no hubiera contaminación”.
Un día su hermano Ángel le informó. Se trasladaba de mecánico a la salvamar en Ribeira. Al poco le llegó la llamada también a él. “Fue una lotería volver a casa. Trabajar los dos juntos es fantástico porque Ángel es un profesional”, insiste el patrón.
Y muy cerca, Pacucha les deja hacer. Orgullosa de sus hijos, muy queridos en el pueblo porque saben que, ante cualquier emergencia, siempre están ahí. Para traerlos con vida o para recuperar cadáveres. Días antes de la entrevista la salvamar Sargadelos intervino en una emergencia de un pesquero en O Grove en la que murió una persona. “No sabía nadar”, dicen. Son malos momentos, pero ganan los buenos, los de la emergencia resuelta y la vuelta a casa con la adrenalina disparada. “Para nosotros trabajar en Salvamento Marítimo supone un orgullo. Lo vivimos y los disfrutamos. Nos implicamos al 100%”, dice Ángel.
A su lado, Gonzalo asiente con la cabeza. “¿Qué puede haber más bonito en la vida que salvar una vida humana?, se pregunta, mientras comprueba que el teléfono está en servicio. “A veces por salir a tiempo o estar atento al teléfono puedes estar salvando una vida humana. Un minuto pude suponer una vida”. Y sí, cada minuto de los hermanos González se traduce en vidas.