Revista Informar
“EL PRIMER DÍA QUE ME PUSE EL UNIFORME FUE MUY EMOCIONANTE. ¡HABÍA SOÑADO TANTAS VECES CON ELLO!”
20 DE MARZO DE 2025

Miguel Eleuterio, marinero en la Salvamar Pollux (Valencia), supo desde pequeño que su trabajo estaba en la mar
Maite Cabrerizo / Lucía Pérez (fotografía)
La semana del 26 al 30 de marzo se celebra en Ifema, en Madrid, la Feria AULA 2025, una cita esencial donde los estudiantes deciden su futuro. Universidades públicas y privadas, centros de formación profesional, empresas, centros académicos, profesiones en las fuerzas armadas estarán presentes en AULA. También Salvamento Marítimo (stand 3C07). Por cuarto año consecutivo, queremos estar cerca de los estudiantes para orientarles sobre profesiones en la mar. El abanico de oportunidades es muy amplio y las dudas de qué hacer, muchas. Algunos motivos son la falta de información, dejarse llevar por lo que hacen los amigos, la idealización de la carrera, las modas…
No es el caso de Miguel Eleuterio, marinero en la Salvamar Pollux, en Valencia. Su mejor carta de presentación es la sonrisa agradecida por trabajar en lo que para él de pequeño ya era un sueño: Salvamento Marítimo. Lleva en la casa cinco años y no podía haber elegido otro camino profesional. “Salvamento Marítimo es de 10”, dice cuando le pedimos que ponga una nota. “El mejor del mundo”.
Su primer barco
Cartagenero, siempre cerca del Mediterráneo con su hermano gemelo Rafa, también navegante. Sus recuerdos son la pesca, el mar, las horas soñando en ese día en que él también sería marino. Con sólo 14 años, su padre les regaló su primer barquito. Nunca le pusieron nombre, no hacía falta. Y mientras los otros niños corrían detrás del balón, Miguel y Rafa se escapaban en la barca que aún conservan. “A mí desde pequeñito me ha gustado siempre el mar. Navegar, la pesca… Siempre me quise dedicar a esto”. Como su tío, el único navegante de la familia. En el Sebastián Elcano dio la vuelta al mundo varias veces. Su padre es profesor de guitarra española y de piano en el conservatorio, pero Miguel sólo conoce la música del mar. La que dejan las olas al romper, la que nace de los delfines, ese ruido blanco que dicen los expertos que calma la mente. Miguel lo conoce muy bien.
Cuando tuvo que elegir a qué dedicarse, no lo dudó. Estudió patrón de altura y a los 20 años ya estaba trabajando. Tocaba hacer prácticas, primero en una escuela náutica de La Manga y luego en los ferris. Empezó como marinero en los chárter de Ibiza, Formentera Mallorca. Llevaba a turistas, gente de vacaciones. Después de cinco años, volvió a los ferris para poder hacer días de mar. En uno de esos trabajos, tuvo que ser remolcado por Salvamento Marítimo.
“Íbamos a Ibiza. Era de noche cuando se rompió el tubo de escape. Fue la Salvamar Acrux la que nos remolcó”, cuenta. Y la anécdota recuerda a la historia de Salvador que Salvamento Marítimo contó en zoom infinito: un joven paddle surfista que tuvo que ser rescatado por Salvamento y luego se convirtió en capitán para seguir con las labores de salvar la vida y salvar la mar. Igual que Miguel. Un día le llamaron para ser el cuarto tripulante en Cartagena, en la Salvamar Mimosa, y ya no bajó.
“Cuando navegaba en los ferris, yo ya tenía la mente en Salvamento Marítimo. Me parecía fantástico poder ayudar a las personas en la mar. Me gustaba mi trabajo, pero necesitaba algo más”. Nunca se le olvidará la llamada de Salvamento Marítimo que le brindaba la oportunidad de ser de la familia naranja. “Fue una alegría increíble. El primer día que me puse el uniforme fue muy emocionante. ¡Había soñado tantas veces con ello!”.
Su trabajo en la Salvamar Mimosa fue un cambio radical. Allí conoció otra realidad, la llegada de migrantes en embarcaciones precarias. Pasó de llevar turistas a tender la mano a personas que llegaban en situaciones límites. Niños, jóvenes como él, pero con peor suerte… Eran años complicados y Miguel se entregó. Donde hiciera falta y siempre al servicio de unos profesionales de los que aprendió todo. “Tengo unos recuerdos buenísimos de toda la tripulación de Cartagena”. (Aviso a navegantes: quedaos con esta frase, porque no hay tripulación que no haya dejado huella en Miguel. Y Miguel en ella).
“Fueron días duros, pero bonitos, sobre todo cuando sale bien y rescatas al último ocupante del barco. Te queda una satisfacción tremenda del trabajo bien hecho y de haber ayudado a la gente. Era lo que quería hacer cuando era pequeño”.
En su casa están orgullosos de él. Leen las noticias de Salvamento Marítimo y saben que su hijo forma parte de esa tripulación. Su hermano gemelo trabaja en un yate privado. En un principio navegaron juntos y Miguel no descarta volver a hacerlo, pero en Salvamento. “Trabajar con mi hermano es una maravilla. Lo haría muy bien, seguro”.
Salvamares, guardamares, buques…
De la Mimosa pasó a la Salvamar Draco, la nueva embarcación en Cartagena. Embarcó luego en la Guardamar Talía, la Guardamar Calíope, el buque Clara Campoamor y la Salvamar Dipdha, en Jávea, sustituida por la Salvamar Fénix. Su último embarque, de momento, es la Salvamar Pollux, en Valencia. Allí es donde se realiza esta entrevista. Con sus nuevos compañeros de los que sólo recibe buenas palabras. “Es muy entregado. Muy buen profesional y una gran persona”. Los calificativos son recíprocos. “Me están enseñando mucho”, asegura.
Cada embarcación es para él una escuela de mar en la que aprende rápido. Tiene su futuro claro. “Seguir aprendiendo para un día poder llegar a ser patrón”. Lo dice con modestia, con respeto por esta profesión para la que sólo tiene halagos. “Merece la pena estudiar Náutica. A los estudiantes que lo tienen en mente los animaría. Es un trabajo, precioso, muy bonito. Y más en Salvamento Marítimo”.
En casa sigue teniendo su barquito, su vida personal, su mujer María y sus amigos. En el mar, la familia naranja, “los mejores del mundo”, insiste. En Internet hay portales que regalan al usuario centenares de sonidos del mar libres de regalías. La otra opción es escuchar a Miguel. Mar en estado puro.