Revista Informar
EL CURIOSO VIAJE DE ABDEL HAOUARI A SALVAMENTO MARÍTIMO
17 DE MAYO DE 2023

“Cuando vi los barcos naranjas me quedé en shock . Eran las mismas personas que me habían rescatado de la patera. No me lo podía creer”
Maite Cabrerizo
La ley del karma sigue el principio de causa y efecto. Sostiene que cada acción que realizamos no es un acto aislado, sino que tiene consecuencias que afectan a otras personas. De cómo afecta a Abdel Haouari y de cómo afecta a Salvamento Marítimo va este reportaje. No es casualidad, ¡es el karma!
Un día cualquiera en la sede de Salvamento Marítimo en la calle Fruela, 3. En Madrid. Personas que entran y salen, reuniones, llamadas, visitas, más llamadas, congresos, ascensor que sube y baja, personal de mantenimiento que encaja en el día a día… también la revisión de los sistemas de aire acondicionado. Y ahí es donde entre en escena Abdel Haouari, un joven de 30 años marroquí que pide permiso para ‘molestar’ y regala su sonrisa. Nada fuera de lugar si no fuera porque un día Abdel contó su secreto mejor guardado. Él había sido salvado por Salvamento Marítimo hacía tres años, cuando llegaba en una patera.
Como entradilla para una película es buena, ¡muy buena! Pero a veces la realidad supera la ficción. Y la historia de Abdel es como ese búmeran que, tras ser lanzado, regresa a su lugar de origen. Una historia de energías que nos hace sentir que el trabajo de Salvamento Marítimo merece la pena.
“Trabajo en una empresa de mantenimiento de aire acondicionado. Un día me enviaron aquí, a estas oficinas. Al llegar todo se me hacía conocido: las siglas, el color naranja, los barcos. Eran las mismas personas que me habían rescatado. No me lo podía creer”. Como dice en un español casi perfecto y que ha aprendido en la escuela de la calle. “Me quedé en shock. Los barcos que había en la entrada eran como el barco que me rescató. ¿Qué hacía aquí?”.
Se detuvo el trabajo, se detuvo el tiempo. Abdel era nuestro merecido protagonista de Las caras del mar. Ésta es su historia.
Al sur del Sáhara
En 2020 Abdel salió de Djala, en el sur del Sáhara, en un pueblo cercano a Beni Mellal. Aunque estudió electrónica, se ganaba la vida como conductor de camiones. Era una decisión muy dolorosa, pero muy meditada. Cuando llegó el momento, no dijo en nada en casa. Salió como un día más, con lo puesto. Con un hasta luego en el que no habría vuelta. “No quería que mi madre sufriera”, dice con cariño, hasta que llegó esa llamada desde España, ¡Estaba vivo!
Cuando habla de la familia la voz flaquea. ¡Duele tanto la distancia! Pero necesita hablar, necesita que su madre vea que llegó, que está bien y que, lo más importante, cada día los piensa y los siente. Su madre y su padre, profesor, y sus 3 hermanos: Ali, de 9 años, Yassine, de 29 años e ingeniero de programación y su hermana Nadia, futura doctora.
Abdel había planeado hacer este ‘viaje’ con un primo, pero las cosas se precipitaron y su primo quedó en tierra.
“Me sentía encerrado, sin futuro. Sabemos que son muchos los que se quedan en el camino. Pero sientes que estás atrapado dentro de una caja en tu propio país y hay cosas que te empujan a emigrar, a dejar a tu familia, tu madre, tus hermanos, tus amigos… a dejar todo porque piensas que vas a conseguir algo bueno en la vida”, recuerda.
Su madre, que sabía de sus intenciones, intentó frenarle. Cada día a su pueblo llegan noticias de emigrantes que se quedaron en la mar. “No puedo soltarte a ir a morir así, me dijo. Yo le respondí que ya estamos muertos, que quería conseguir una nueva vida para mi familia, para ayudarme a mí mismo”.
Ya no había marcha atrás. El 11 de diciembre embarcaba en una patera con otras 30 personas, entre ellos una mujer con su bebé de cuatro meses´. El viaje se hacía en un silencio que sólo el llanto del pequeño rompía. Sin ropa, si alimentos… Son recuerdos que pesan, difíciles de olvidar. “Fue horrible. Intentas dormirte para no sentir nada. No tienes ni idea si vas a llegar o no, si estás perdido o no, o dónde estás. Te confías a un hombre que lleva la patera y no sabes ni dónde te lleva. Vas… solo vas”.
Pero no estaba solo. En el Centro de Salvamento Marítimo en Las Palmas llegó el aviso de cinco embarcaciones precarias en peligro. El 14 de diciembre de 2020 la tripulación de la Guardamar Concepción Arenal rescataba a 133 personas a casi 150 kilómetros al sur de Gran Canaria Entre ellos estaba Abdel Haouri. El suyo era el tercer rescate del día”.
“Recuerdo todo. Sólo veíamos agua y agua. Estábamos mal, desesperados. Intentas dormirte para no sentir nada. No tienes ni idea si vas a llegar o no, si estás perdido o no, o dónde estás. Te confías a un hombre que lleva la patera y no sabes ni dónde te lleva. Vas… solo vas”. Estaban ya en la franja más peligrosa de la travesía, la que los patrones llaman “la sartén”, porque allí parece que el agua “hierve”. “Sólo vas”, dice con los ojos cerrados. “Fue horrible”.
Cuando llegó la Concepción Arenal la situación era límite. “La madre del bebé nos dijo que quería saltar con su niño, que no aguantaba más, que prefería morir. Empezamos a decirle ¡no, no, nos van a rescatar! Entonces pasó el avión, un avión de Salvamento. Poco después, al cabo de 30 o 40 minutos… un barco. No me acuerdo del nombre”.
“La madre del bebé nos dijo que quería saltar con su niño, que no aguantaba más, que prefería morir. Empezamos a decirle ¡no, no, nos van a rescatar!
Nosotros sí, aparece en el expediente de emergencias, en las cifras de vidas salvadas. En este caso, cifras a las que hemos puesto nombre y apellido: Abdellatif Haouari
Abdel recuerda que algunos comenzaron a saltar a su alrededor. “Nos abrazamos, gente que no conocía. Nunca olvidaré, nunca, la cara del bebé. Se me quedó grabado”. Tampoco a aquel marinero que le tendió la mano, ni del barco naranja… que le ha devuelto a Salvamento Marítimo, a Madrid, donde no hay mar. “Cuando ves a esos chavales con sus chalecos, esos materiales, dices: Son supermanes, gente que trabaja en un empleo muy peligroso ayudando a personas a las que ni conocen”.
"Cuando ves a esos chavales con sus chalecos, esos materiales, dices: Son supermanes, gente que trabaja en un empleo muy peligroso ayudando a personas a las que ni conocen”
Abdel no tiene palabras para agradecerles lo que hicieron por él. Ese paso a la vida, a ese futuro que aún busca. El idioma, papeles, un empleo con el que pueda ayudar a los suyos. A veces piensa que “aún no se si ha merecido la pena”. Pero duran poco, muy poco. Todavía estoy en el punto 1. No en el punto 0, pero sí en el 1 y voy a seguir adelante. Poco a poco voy a lograr mis sueños”.
“Hola Abdel. Desde la Concepción Arenal queremos felicitarte y darte las gracias a ti. Gracias por acordarte de nosotros, gracias por tu trabajo y tu esfuerzo por hacerte una nueva vida. La verdad que este tipo de noticias son las que dan sentido a nuestra labor. Las que nos hacen ver que nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, tiene resultados; que merece la pena. Saber de ti nos ha gustado, pero, además, que tu empresa te haya destinado a trabajar a Salvamento nos parece cosas del destino.
Un saludo y ojalá sigamos teniendo buenas noticias tuyas. De parte de toda la tripulación de la Concepción Arenal, un fuerte abrazo y mucha suerte”