Revista Informar
CARLOS FERNÁNDEZ SALINAS, JEFE DE ÁREA VTS EN EL CENTRO JOVELLANOS
Las Caras Del Mar
07 DE SEPTIEMBRE DE 2023

"Empecé a escribir relatos inspirado por una historia que me contó un compañero de Salvamento Marítimo. Creo que es la historia más maravillosa que he escuchado en toda mi vida"
Carmen Lorente
“He conocido a muchos marineros y te aseguro que tú no eres uno al uso. Me di cuenta el otro día, cuando me pediste un libro de la biblioteca: La metamorfosis”. La estrella de sal.
Todos los barcos tienen una biblioteca a bordo y Carlos Fernández Salinas (Gijón, 1961), jefe de área de VTS en el Centro Jovellanos - el centro de formación de Salvamento Marítimo en Veranes, Gijón- y escritor en su tiempo libre, todavía recuerda a bordo de qué buque estaba embarcado, y en qué puerto recalaba, cuando leyó La metamorfosis de Kafka, y no sólo éste, sino todos los demás libros que fue leyendo en sus travesías.
“Incluso llegué a estar a cargo de la biblioteca de un buque”, recuerda Carlos, quien, recientemente, ha resultado ganador del primer Concurso de Novela Corta Lignarius, en la categoría en castellano, por su novela ‘La estrella de sal’.
Antes de recalar en Salvamento Marítimo, Fernández Salinas -licenciado en Marina Civil (sección de puente) y diplomado en máquinas- navegó durante 10 años, la mayor parte del tiempo en buques tramp. Estos barcos se denominan así (la traducción del inglés sería vagabundo) porque no tienen asignada una ruta fija, de manera que cuando se está acabando un viaje, todavía no se sabe cuál será el próximo destino. “Me tocó ir a Bandirma (Turquía) -uno de los escenarios que aparecen en su novela- y de allí me mandaron a Venezuela, después a Colombia y por último acabamos en Suecia, bloqueados por el hielo”, recuerda. Al igual que el protagonista del libro, Carlos navegó a bordo de buques que le permitieron ver mundo y empaparse de otras culturas.
Primera etapa: controlador en el CCS Gijón
Salvamento Marítimo está celebrando este año su 30 aniversario y Carlos el suyo personal, puesto que corría el año 1993 cuando se incorporó como controlador a la, entonces, recién estrenada torre (Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo) de Gijón.
Mucho han evolucionado las cosas desde aquella primera etapa que Carlos califica de “convulsa”.
En ese tiempo, aquella era una profesión nueva en España, en la que casi todo estaba por hacer. Se podría decir que eran una especie de pioneros. “Al principio el afán era empezar a trabajar, y la propia dinámica del trabajo nos hacía movernos a veces en tierra de nadie”, rememora.
Durante 19 años como controlador, fueron muchas las guardias, las emergencias y las vidas salvadas, y algunas no se olvidan nunca: “Recuerdo un caso en Gijón, en un día de muy mal tiempo. Una embarcación deportiva salió con un señor y dos niños, y nada más zarpar, volcó. El hombre murió, a un niño lo logró sacar el helimer y lo salvaron, pero el otro desapareció y hubo que estar buscándolo durante muchos días. Recibíamos a los padres en la torre y les explicábamos los planes de búsqueda”. En este punto de la entrevista, a través del teléfono, su voz se nota emocionada. “Estos momentos son muy duros para todos. Una bomba desde el punto de vista emocional”, confiesa.
Durante su etapa de controlador, Carlos empezó a colaborar como instructor en el Centro Jovellanos, compatibilizando las dos funciones. “Me gustaba estar en la primera línea del campo de batalla y poder dar clase a la vez”. Finalmente acabaría dedicándose a la formación a tiempo completo y actualmente es jefe de área VTS -servicio de tráfico marítimo-.
En su mayoría, sus alumnos son controladores de tráfico marítimo.
Centro Jovellanos. La formación, herramienta fundamental para salvar vidas
El Centro de Seguridad Marítima Integral Jovellanos también cumple este año su 30 aniversario. A lo largo de estas tres décadas, por sus instalaciones han pasado casi 120.000 profesionales provenientes de todos los rincones del mundo. Se ha impartido formación relacionada con salvamento y rescate en el ámbito marítimo, terrestre y aeroportuario; lucha contra la contaminación marina y control de tráfico portuario, entre otros.
El año pasado los controladores de tráfico marítimo belgas (Amberes) vinieron a formarse con nosotros. Para mí fue una gran satisfacción que este grupo eligiera el CESEMI y viniera a Gijón
Carlos, si bien resulta muy humilde cuando habla de su obra literaria o su carrera profesional, no puede evitar sacar pecho al referirse al Centro Jovellanos. “En Europa existen centros especializados en materias concretas, pero ninguno como Jovellanos, que abarca todas las áreas: incendios, salvamento marítimo, área de maniobras…”, afirma, y prosigue: “El año pasado los controladores de tráfico marítimo belgas (Amberes) vinieron a formarse con nosotros. Para mí fue una gran satisfacción que este grupo eligiera el CESEMI y viniera a Gijón”. Una satisfacción que se relaciona con su pasado, cuando Carlos era un joven alumno de náutica y, caminando por el puerto de Amberes, observaba aquella precisión y profesionalidad y pensaba: “cómo me gustaría que mi país fuera así”.
Fernández Salinas destaca el valor del trabajo en equipo. “Cuando organizamos un curso son muchos los profesionales implicados. En el área VTS somos dos personas, pero además intervienen diferentes departamentos. El apoyo administrativo es muy importante: expedición de títulos, certificados…Es un trabajo transversal”.
Los cursos VTS, dirigidos a controladores (la mayoría de Salvamento Marítimo), se estructuran en 4 horas teóricas y 2 de simulación. Como en una película, cada ejercicio práctico tiene su propio guion, inspirado en emergencias que han ocurrido en la realidad, aunque con ligeras variaciones.
Fermández Salinas insiste en que, para los alumnos, el gran beneficio de las simulaciones es conducirles al autoanálisis. “El instructor trabaja en tiempo real y se adapta a las decisiones que toman los alumnos”, explica. “Son profesionales con años de experiencia, que tienen un bagaje, y lo que aprecian de la formación es el intercambio con otros compañeros. Cuando se vean ante una situación complicada, tendrán que tomar decisiones bajo presión. Por eso es importante que hagan autoevaluación”, añade.
¿Qué le motiva más de su trabajo? “La colaboración internacional”, responde sin titubear, y pone un ejemplo: “Recientemente, a propuesta de la OMI e IALA (International Association of Marine Aids to Navigation and Lighthouse Authorities), hemos impartido en Líbano el curso Iniciación a las comunicaciones VTS/SAR, a alumnos de la zona de influencia del Medio Oriente (Yemen, Etiopía y Somalia). Ha sido una experiencia humana extraordinaria”.
Y las relaciones internacionales continúan: a corto plazo está previsto impartir formación a controladores de Perú y seguir con nuevas ediciones de cursos para los alumnos de Amberes. Además, Jovellanos participa habitualmente en proyectos europeos tales como AT VIRTUAL, financiado por INTERREG – Espacio Atlántico a través de fondos FEDER, para acelerar el proceso de digitalización de los Centros de Formación de Salvamento Marítimo en el Espacio Atlántico. También el proyecto Lash Fire, para la implantación de procedimientos de actuación más eficaces en todas las etapas de un incendio a bordo de buques ro-ro.
Marino y escritor o viceversa
Las facetas de la vida de Carlos: marino, formador y escritor, se entretejen de forma sólida como las fibras que forman un cabo.
Llega la pregunta inevitable, ¿Cómo compagina trabajo y escritura? “Lo único que tengo es que soy bastante constante. Cada noche después de cenar, le dedico una hora y media a escribir”, responde con modestia. Y seguramente esta modestia es la que le impide hacer referencia a los múltiples premios que lleva ya acumulados -más de cuarenta-, pero que aparecen en cuanto introduces en Google el nombre Carlos Fernández Salinas.
Empezó a escribir relatos hacia el año 2004, inspirado por una historia que le contó un compañero de Salvamento Marítimo. “Creo que es la historia más maravillosa que he escuchado en toda mi vida”. Le pidió permiso -era una historia sobre su madre en un pueblo de pescadores-, y la plasmó en un relato de 20 páginas (incluido en la antología Lo que la mar esconde), con el que ganaría su primer premio literario.
El relato corto es el género predilecto de Carlos, también como lector. “Mi escritor preferido es Jorge Luis Borges, que sólo escribió relatos breves, no novelas”.
Tal vez por ese motivo, tras el éxito de la novela La estrella de sal, ha regresado al relato. Uno de los últimos que ha escrito, y que está a punto de salir publicado, está inspirado en una anécdota que vivió a principios de los 90, cuando pilotaba en Puerto Banús ¡un submarino turístico!
Era la época dorada de Marbella, aquel sumergible tenía capacidad para más de 40 pasajeros, y en algunas inmersiones llevaban a bordo periodistas y gente famosa. Un día, cuando ya volvían a puerto tras la inmersión, la azafata le dijo: “Tenemos una emergencia…”.
¿Cómo acabó la historia? Para conocer el final tendremos que esperar a que el relato salga publicado.
Carlos ha resultado vencedor de más de cuarenta premios literarios de narrativa. En novela, además del Lignarius, por La estrella de sal, ganó el primer premio en el Certamen Internacional de Narrativa de Viajes Eurostar RBA, con su novela Los marinos prudentes leen las olas entre paréntesis.
Además, es autor de la antología de relatos Lo que la mar esconde (Editorial Premium) y del libro técnico Los abordajes en la mar (Editorial Marge), en el que se explican las maniobras para prevenir un abordaje.