Revista Informar
BENJAMÍN BARREIROS, COCINERO EN LA GUARDAMAR POLIMNIA
Las Caras Del Mar
22 DE MARZO DE 2024

“Soy como la mamá del barco. Les tengo que cuidar muy bien, como si fueran mis hijos”
Maite Cabrerizo
Pasó de un restaurante de dos estrellas Michelín a otro donde ver las estrellas es gratis. De tener sentados a la mesa a ejecutivos de la City londinense preocupados por salvar las cuentas de sus empresas a personas cuya preocupación es salvar la vida de las personas y salvar la mar. Su nombre no sale en las revistas del sector, pero no le importa: “No cambiaría nada”, dice el cocinero en la Guardamar Polimnia, Benjamín Barreiros, mientras da los últimos retoques a un desayuno que huele a cruasán y napolitanas recién horneadas.
En la mesa del comedor de esta embarcación de Salvamento Marítimo el día empieza fuerte: café, tostadas, huevos cocidos, huevos a la plancha, guacamole… Benjamín se levanta cada día a las 5.30h. En silencio, para no molestar a una tripulación que trabaja 24 horas los 7 días de la semana. Y sabe que los tiene que cuidar bien, como si fueran sus hijos, porque el día es muy largo y las emergencias no tienen hora; su cocina, tampoco.
Benjamín llegó a Salvamento Marítimo en 2013. Primero a la Guardamar Talía y, a finales del año pasado, a la Guardamar Polimnia. Y llegó para quedarse.
De Muros, un pueblo costero en A Coruña, sabe lo que es la mar, pero también lo que son los fogones. Procede de una familia de restauradores (su padre es propietario de dos bodegones y su hermano es cocinero). Siempre le gustó trastear en una cocina en la que contaban con la mejor materia prima. La que da la mar. “Pero nunca imaginé que terminaría en Salvamento Marítimo”, dice agradecido de que esto le esté pasando a él.
Decidido a hacer lo que le gustaba (como buen tauro, le gusta superar obstáculos y lograr sus metas con paciencia y tenacidad), estudió Hostelería y, como colofón, otros dos años de Repostería, “porque creo que el postre es importante. Es terminar una comida de una manera feliz”, asegura este Papá Noel de las cocinas.
Durante una visita a su hermano, que trabajaba en Londres con un contrato de la escuela en unos de los restaurantes dirigido por el chef asturiano Nacho Manzano, decidió quedarse. Manzano es uno de los máximos exponentes de la cocina española en el país británico y Benjamín, con 21 años y deseoso de comerse el mundo, no quería dejar escapar aquella oportunidad que le brindaba la vida. Preguntó al chef y éste le dijo: “pero tienes que demostrarlo”.
De cocinero en un 2 estrellas Michelín de la city londinense a la cocina de la Guardamar Polimnia
Y lo demostró, pero empezando por abajo. De ayudante de cocina hasta llegar a segundo jefe. Trabajar y trabajar, porque en un dos estrellas de la Guía Michelín no puede haber errores. Hay que ser los mejores y demostrarlo día a día. “Es mucha presión. No podía haber ni demora ni fallo”, reconoce. Y eso le gustó porque es de los que nunca tira la toalla. “Espabilé profesionalmente mucho. Sólo iba de casa al trabajo y del trabajo a casa. Tenía que demostrar a los demás, pero también a mí mismo que lo podía hacer. Tenía que ser cada día mejor, sobrepasarme”. Y se ríe porque era y es así a sus casi 37 años. A Benjamín no le vale un filete con patatas para salir del paso. Por eso se levanta cada día a las 5.30 de la mañana. Por eso en su mes de descanso en tierra (embarca un mes y descansa otro) busca recetas nuevas, intercambia platos con su hermano, trastea en internet y prueba en casa… En toda la campaña, en la Guardamar Polimnia no se repite plato. 30 días, 30 menús diferentes: equilibrados, sanos, de fundamento y aderezados con el cariño del chef. Y por supuesto, sus 30 postres, también diferentes. “Y alguno más, que siempre hay alguna sorpresa”.
El chef Manzano le pidió que se quedara, pero Benjamín regresó a España cargado de buenas ideas. Allá en el distrito financiero dejó el pabellón muy alto por su manera de ser, pero también por esos guisos asturianos rompedores en un país acostumbrado al fish and chips. Su tío, jefe de Máquinas en una empresa de transporte marítimo, le convenció para que trabajara en los barcos de la empresa. Un nuevo reto y una nueva manera de entender la cocina. Y dijo sí. Hizo los cursos de navegación necesarios y embarcó en un Ro-Ro (para transporte de coches). Dos meses embarcados y 20 días en tierra. Otra oportunidad para conocer que hay mil y una maneras de cocinar y que a los tripulantes de estos barcos les gustan los platos de cuchara.
El siguiente salto fue a Salvamento Marítimo, gracias a un marinero de esta casa que le animó a enviar el currículo. Al año de espera llegó la llamada para embarcar en la Guardamar Talía. Y nuevamente dijo sí. Tenía que probarse y superarse. Aquí, a diferencia del Ro-Ro, tenía que planificar y diseñar los menús. Y la Guardamar en Canarias fue una prueba de fuego profesional y personal. “Fue un momento complicado. Rescate de pateras que me impresionaron mucho”. Un contacto con una realidad que sólo había visto en televisión. Comprendió que había dos mundos. Y que su trabajo era crucial para que los tripulantes a los que acompañaba estuvieran en forma y listos para salvar vidas, para atender emergencias fuera la hora que fuera. Pateras, remolques, surfistas…
Su trabajo es crucial para que los tripulantes a los que acompaña estén en forma y listos para salvar vidas, para atender emergencias
Y eso suponía tener un Plan B. “En zonas calientes como puede ser Canarias, intentaba ir un paso adelante y siempre tenía arroz, pasta o una boloñesa hecha porque en cualquier momento salta la emergencia y los chicos tienen que comer”, justifica con algunas lecciones para navegantes. “Un barco se mueve y hay momentos peligrosos en los que no puedes andar con aceite, por ejemplo. Hay que buscar alternativas como platos fríos o al horno, pero sin comer no se pueden quedar”, asevera este cocinero al que no hay día que los compañeros valoren y respeten su trabajo. “Su silencio en la mesa es el mejor halago”.
Su cocina está limpia y ordenada, de bodegón digno de un Van Gogh. Hoy es festivo y toca un poco de picoteo: mejillones abiertos con una bechamel gratinados al horno, flautas con pasta filo rellenas de queso gorgonzola y también hojaldre relleno de pollo con champiñones y un plato especial, chuletas de ternera con espárragos trigueros y setas salteadas. ¿De postre? Tarta con crema pastelera y… Alguien entra en la cocina al olor de los platos que ya humean y con ganas de charla. Ocurre siempre, que el cocinero se convierte en el psicólogo al que todos acuden en busca de conversación, de consejo, para compartir momentos buenos y menos buenos, que también los hay. “Soy como la mamá del barco”, dice Benjamín henchido de orgullo. “Es raro que no me entere de lo que pasa”.
Decía la crítica culinaria estadounidense Bárbara Costikyan que “En los recuerdos de la infancia de todo buen cocinero hay una cocina grande, una cocinera en movimiento, una tarta para hornear y una madre”. En los recuerdos de la tripulación de la Guardamar Polimnia siempre estará Benjamín Barreiros. "La mamá del barco".