Revista Informar
ALEJANDRO, LECCIONES DE NAVEGACIÓN Y DE VIDA
21 DE JULIO DE 2025

El patrón de la salvamar Gadir, en Estepona, nos deja mensajes muy claros para una navegación segura
Maite Cabrerizo
Una mañana con el patrón de la Salvamar Gadir, en Estepona, da para mucho. No sólo para hablar de mar, que es lo que corresponde en esta sección, sino para hablar de vida. La de Alejandro Rodríguez, por supuesto, pero también de las enseñanzas que nos deja. El patrón de la Gadir es un libro de reflexiones que uno apunta para no olvidar, para hacer verdad el dicho popular de que “no se trata de cuánto tiempo vivimos, sino de cómo vivimos". Y Alejandro no hay duda de que lo hace muy intensamente.
La primera reflexión es la modestia. Pese a sus años de navegación, desde que era muy joven, y su experiencia demostrada como patrón en salvamares, Alejando asegura que “ni el marinero más experimentado lo sabe todo de marinería ni el mecánico más experimentado lo sabe todo de mecánica ni el patrón, por más años que lleve siempre”, apunta. Hace unos días, un pescador le enseñó a hacer un nudo marinero que no conocía. “Hay que estar abiertos a aprender y a emocionarse”.
Él lo hace desde niño. Gaditano, desde pequeño, cuando apenas conseguía levantar la vela, o cuando navegaba o jugaba en la piragua en aquellos largos veranos en Caños de Meca con la familia, ya sabía que el mar sería su profesión. “Yo ya entonces tenía una cosa muy clara. Sabía qué quería ser de mayor”. Le resultó sencillo pasar del juego a sacar un dinerillo dando clases de vela. Tenía 17 años. Empezó como ayudante, pero poco a poco fue profesionalizándose. Y aquí llega la reflexión número dos: “Aprender siempre de los demás”. Y fue lo que hizo, aprender de personas que sabían más que él. Le animaron a sacarse un título para ir de marinero. Y lo logró. Sacó la competencia marinera, el grado en FP y el Superior de Pesca y Transporte Marítimo. Entonces ya trabajaba en la Federación de Vela, en el centro de tecnificación entrenando a niños.
Comenzó en la náutica recreativa y le tocó traer veleros desde las Azores a España. Era una travesía larga, más de un mes, pero en la que Alejandro siempre veía el lado bueno y divertido. “¿Sustos? Ninguno, porque uno tiene que saber lo que puede hacer su barco, cómo manejarlo. Claro que hemos vivido temporales muy fuertes, pero si había que bajar un poquito de vela y continuar navegando tranquilamente o perdías millas, no pasaba nada”. Y ahí viene la tercera reflexión: “El peor enemigo de los barcos y de los marinos es el tiempo de reloj, porque siempre queremos llegar un día concreto o nos ponemos una hora. Entonces empezamos a correr y nos ponemos en riesgo”. Despacio, que tengo prisa. Y despacio, pero sin pausa, llegó a Salvamento Marítimo. Era 2007 y fue, como dice, “sin querer”.
Por su trabajo en el Club Náutico en Algeciras conocía a las tripulaciones de Salvamento Marítimo. Le dijeron que hacía falta personal. Empezó al día siguiente como marinero en la Salvamar Algeciras. A esta embarcación le siguieron la Guardamar Polimnia y la Salvamar Castor. En 2017 embarcó en la Salvamar Vega, en Estepona y después en la Gadir, hasta ahora. “La imagen que yo tenía de Salvamento Marítimo era preciosa. Estaban ahí para ayudar y era uno de los poquitos objetivos profesionales fuera de la náutica recreativa que yo tenía. Y como soy cabezón (se ríe). En ningún momento me he arrepentido de dar este paso”, piensa en alto.
Diario de a bordo
En su diario de a bordo quedan muchas emergencias, algunas con titulares en la prensa como la colisión en agosto de 2007 del buque chatarrero New Flame con un petrolero a poca distancia de Punta Europa, frente a la bahía de Algeciras. Tras el choque, el carguero quedó seriamente dañado y semihundido con 700 toneladas de fuel a bordo. El petrolero no sufrió daños considerables. El fuel que el New Flame transportaba y las 27.000 toneladas de chatarra de hierro dieron que hablar durante muchas semanas y mucho trabajo a Alejandro y a toda la tripulación. Fueron dos años intensos trabajando por unos Mares Limpios.
Temporales, rescatados que creían muertos y al llegar a tierra revivían, y hasta un famoso cantante español de música romántica al que remolcaron en Roses. Le pilló el llamado viento migjorn o mediodía y les arrastró a las rocas. Le dieron el cabo de remolque, lo sacaron de las piedras, lo pusieron seguro y se fueron al puerto. Al llegar, el famoso se sentó en el noray y dijo que se había hecho una gran labor para la música. “Me habéis salvado la vida, pero por favor, ¡ahora no me hagáis cantar!”.
Risas que quedan en anécdotas divertidas o sorprendentes, como cuando fueron al aviso de una bengala roja. No era clara la ubicación. Se dio la alerta a un crucero en la zona. Nada. No veían nada. Por fin, no sin dificultades, dieron con el navegante y cuando llegan a tierra, mientras se registraba la documentación, el rescatado sacó el móvil del bolsillo. “Quillo —nos dijo—, que hemos llegado a buena hora. Voy a llamar a los colegas para tomar una cerveza”. “¿Tenía el móvil y no pensó en usarlo para llamarnos? Tuvo suerte porque ya empezaba a oscurecer, era noche cerrada y se hubiera complicado”. Se ríe, pero lamenta la falta de conocimiento y de prudencia de muchos de los navegantes. En Estepona, donde está la Gadir es temporada alta. “Muy alta”, dice.
Confianza plena en su tripulación
Su sueño era Salvamento Marítimo y a sus 46 años lo sigue siendo, por el trabajo que realiza y porque embarcado se siente en familia. “Es muy importante la confianza con la tripulación, la confianza en el que está al lado”. Y llega la cuarta reflexión: la creatividad. Y aunque lo parezca, en un trabajo donde los protocolos mandan, la creatividad no está reñida con la profesionalidad. “Yo siempre digo que tenemos que ser muy creativos, porque cada emergencia, cada salida es distinta. Se dan situaciones muy diferentes. Y contárselo al compañero para que sepa qué vas a hacer. Lo importante es la comunicación y hacer las cosas con tranquilidad y llegar hasta donde se puede llegar”. Y al decir esto, emula a Hannibal, del Equipo A, y su conocida frase de “Me encanta que los planes salgan bien”, “pero tienen que salir bien porque somos capaces de hacerlos, no porque te hagas el héroe y arriesgar”. Y es momento para la quinta reflexión: “La primera premisa es siempre volver todos, porque un rescate sin rescatadores no estaría bien”.
Eusebio, Ángel, Manuel, Enrique, Pepe, Paco y Jesús son sus compañeros. Como lo son los controladores marítimos de Tarifa, al otro lado de la emergencia, y a los que le gusta saludar por su nombre. “Hubo una época en la que daba la novedad: “Hola, estoy operativo. Sin nombres. Pero desde que soy patrón, me doy cuenta de lo importante que es conocer al que está al otro lado del teléfono, con el que puedes llegar a vivir situaciones difíciles en las que tú como patrón eres el responsable de unas decisiones y el controlador o la controladora, de otras. Eso lo rompí y ahora cuando nos comunicamos, digo “Hola, soy Ale, ¿qué tal estamos?”. Un guiño a sus compañeros y al jefe del CCS de Tarifa, Pepe Maraver, y su subjefa, Patricia López Marín, con quienes comparte el día a día y a los que admira.
En casa saben de sus salidas a cualquier hora, da igual como esté el mar. Es su trabajo y lo respetan. “Saben que somos como el Cuerpo de Bomberos en la mar. Es nuestro trabajo”. Y llega la última reflexión, la que hace ya sea en sus redes sociales como Ale navega. o en público, cuando coge un micrófono. “La mar es para disfrutarla. Pero con seguridad”.