Revista Informar
Raúl Ares: Patrimonio de la Humanidad
Las Caras Del Mar
27 DE ABRIL DE 2017

Maite Cabrerizo
Lucía Pérez (tratamiento fotografía)
“¿A qué se dedica tu papá?”
-“Mi papá va muy lejos”, dice con lengua de trapo la pequeña Inés de tres añitos cuando en el colegio le preguntan por la profesión de su padre.
Y efectivamente, Raúl Ares va muy lejos. Tan lejos como le permite llegar el Helimer de Valencia en el que trabaja y tan lejos como le permite llegar su ambición sana por ir siempre “un poquito más allá”.
No, no se equivoquen; existen ambiciones sanas, las que te llevan a hacer algo mejor por los demás, las que te pensar en el otro, las que hacen amar lo que uno hace. Ésa es la ambición de la que hablamos. La de este nadador de rescate que se toma cada día en Salvamento Marítimo como un regalo.
Aunque lleva 8 años en esa Casa, su vinculación al mar viene de niño. Y no sólo por nacer en Cádiz, sino porque su sueño siempre fue llegar algún día a ser como los socorristas que veía en su playa. Si alguien pensaba que eran fábulas de críos, que maduraría con la edad, que sucedería a su padre en la empresa familiar, se equivocaba. Hoy más que nunca sabe que está donde quiere estar, pese a que en cada misión se juega la vida. “Lo vivo con orgullo y emoción. Incluso en los días libres reviso los correos y las operaciones que se hacen”.
Es lo que se dice llevarlo en la sangre, aunque, quién sabe por qué, en su CV figura grado superior de técnico frigorista. Aire acondicionado, ventilación, calefacción… “Pero no me gustaba y al final opté por el tema sanitario”. Y optó, como miles de jóvenes, por colaborar con Cruz Roja, esa gran escuela que tan bien conocemos en esta Casa.
“Fueron mis primeros pasos. Allí hice todo y me enganché”. Hasta que fue contratado como técnico de gestión. Llevaba playas y Salvamento Marítimo, encargándose del inventario, de que todo estuviera bien, del arreglo de motores, “pero yo quería más, no quería verlo desde la barrera. Un día me dije: yo quiero estar ahí”.
Y aquí está, parece fácil decirlo, pero hacerlo tuvo su esfuerzo físico (porque estar en lo que él considera la “élite” supuso un duro entrenamiento y algún kilo menos) y familiar. Es lícito que el deseo de su padre fuera (el de todos los padres lo es) que su hijo tomara las riendas de un negocio que él ha levantado solo, día a día. Un negocio creado de la nada y que con esfuerzo y muchas horas es hoy algo grande. Es lógico. Pero Raúl Ares no quería eso. No quería moverse entre números, prefería las personas; no quería hablar de balances e IVAs; sí de eslingas. No quería llevar traje de corbata, se siente cómodo con su traje seco, “porque en la vida hay más que el dinero. El trabajo lo tienes que sentir”.
Y costó. Y cuesta, pero Raúl sabe que su mundo está aquí. Donde hace falta. Aunque nunca olvidará aquel momento en el que pensó “¡Qué (…) hago yo aquí!”.
Duró poco, pero lo suficiente para saber que su decisión era importante. Fue en 2008, nada más empezar en el “oficio” y que le valió el reconocimiento público.
Ancla de Plata 2008
Así rezaban los titulares deldía: “La tripulación del “Helimer Andalucía” recibe el Ancla de Plata 2008 por su actuación en el rescate de los marineros atrapados en el buque ‘Fedra’ en aguas del Estrecho de Gibraltar el pasado 10 de octubre”.
Ares recuerda cada segundo de aquel día en el que dejó de ser un joven que soñaba con ser un nadador de rescate de nivel. Se hizo mayor. Aquel 10 de octubre las condiciones eran malas. Olas de ocho y nueve metros. El carguero estaba junto a la escollera y el mar rompía fuerte provocando incluso una mayor altura en las olas, que sobrepasaban el helicóptero. En esos momentos, había rachas de viento de 140/160 kilómetros/hora.
El primero en bajar fue Alberto Márquez, uno de los dos rescatadores de a bordo. El otro era Raúl Ares. En una de las subidas Márquez se golpeó contra la roca del acantilado y después con uno de los carteles que había arriba. Le tocaba el turno a Raúl “En el barco, todavía quedaba mucha gente por salvar”, dice. Pero las condiciones no eran buenas y hubo un problema con las turbinas que dejó al helicóptero fuera de juego. Técnicamente, el salitre se deposita en las turbinas, se produce una pérdida de compresión, la temperatura de la turbina se dispara y no entra combustible. Para entonces, Ares ya estaba abajo. Organizando a los supervivientes y enganchándoles con un cabo guía para izarlo desde el helicóptero.
“Enganché a un tripulante y quise subir con él para tranquilizarle, pero el Helimer hizo una maniobra por el temporal y se lo llevó hacia arriba y yo me quedé. Busqué a otro tripulante para subirlo, pero el helicóptero no venía. Tampoco sabía nada ni me podía comunicar. Pensé que había pasado algo e intenté tranquilizar a la tripulación y ponerla a salvo de las olas”.
El barco se partió e hizo falta una pluma y una cesta. Raúl los embarcaba por grupos pero una de las veces la polea de la de la grúa cayó encima y “tiró la cesta con la gente dentro”. Entonces el capitán empezó a gritar. “Raúl sal de ahí, sal de ahí… en el barco se quedó gente”.
Ares baja la voz. Han pasado 8 años y las imágenes están aún frescas. Tampoco él quiere que se olviden porque todo, como esa Ancla de Plata es parte de su historia, de él.
No dejó el trabajo. Al revés, ha sumado más días y más operaciones en las que son muchos las vidas que ha salvado. “y eso te motiva a seguir adelante”, dice desde su casa de Valencia, donde vive con su mujer y sus tres niñas, dos de ellas gemelas recién nacidas de las que también está enamorado. Es la suerte de tener un corazón en el que trabajo y familia se dan la mano. “Es un orgullo”, repite y repite. Su profesión no es fácil de explicar ni siquiera cuando se va a hacer un seguro de vida. ¿Profesión? “Lo más parecido a los bomberos”.
Y no va mal encaminado porque Raúl Ares apaga muchos fuegos. De aquel, “¿qué hago yo aquí?” a ahora, a su último rescate del tripulante de un pesquero el pasado mes de febrero que resumimos en esta carta enviada por la hermana del rescatado.
“Hola soy Macarena, la hermana de Rubén, el chico al que rescatasteis del mar el jueves. Mis padres, mis hermanos y yo queremos daros las gracias por el gran trabajo que hacéis y que gracias a gente como vosotros salvasteis la vida de mi hermano y a la vez salvasteis la nuestras también, ya que una parte de nosotros hubiera muerto con él. No hay palabras suficientes para agradecéroslo, millones de gracias por el excelente trabajo que hicisteis salvándole la vida. Menos mal que hay gente tan excelente como todo vuestro equipo. ¡Muchísimas gracias Raúl Ares Garcia y resto del equipo! Las palabras que os escribo son desde el fondo de nuestros corazones…”
Y es desde ahí, desde el fondo de este corazón, desde donde respondemos al ¿qué hago yo aquí? de Raúl Ares: Salvar vidas, salvar la mar.
Nota: Patrimonio de la Humanidad: “El objetivo del programa de la Unesco es catalogar, preservar y dar a conocer sitios de importancia cultural o natural excepcional para la herencia común de la humanidad”. Raúl Ares, con permiso de la Unesco, merece estar catalogado como Patrimonio de la Humanidad. Y con perdón de la Humanidad, Patrimonio de Salvamento Marítimo.
*Próxima semana. Miguel Parcha, Capitán en la Guardamar POLIMNIA. Y un buen día, apareció en nuestras vidas el Capitán Miguel Parcha, la piel del Mediterráneo. No se pregunten ni cómo ni por qué; no se pregunten nada o mejor pregúntense todo sobre este cántabro que como canta Ricardo Arjona, es verbo, no sustantivo. Parcha no dice, hace; no predica, practica; ¿Han oído hablar de Parchitis? Avisamos, su reportaje lleva premio.